lunes, 9 de abril de 2012

Lunes de Pascua

Este episodio es como el preludio de las apariciones de Jesús a los suyos. Y comienza con las mujeres. Son ellas las que han acompañado a Jesús en vida y le han sido estrechamente fieles en los momentos más angustiosos en que fue llevado a la muerte. Representan dignamente, por tanto, al pueblo de Dios, a su Iglesia.
Con frecuencia, el pueblo sencillo es el que está más cerca de los misterios y de la verdad. Mientras las mujeres marchan a testimoniar lo que saben a los demás, los soldados alarman con similar noticia a los sumos sacerdotes, quienes se confabulan una vez más para seguir negando a Jesús. Pero ya ahora poco es lo que pueden hacer contra él. ¿Y los apóstoles? Los apóstoles, desorientados, empezaban a pensar que lo mejor sería regresar otra vez al lago y desempolvar las redes de pesca. Pronto se darán de bruces también con Jesús, y entonces será todo como si empezase de nuevo. Queda ahora que sepamos nosotros encontrarnos con Cristo hecho Dios, resucitado y resucitándonos.

Reflexión: La luz de la Resurrección

El cuerpo resucitado de Cristo, transverberado de luz, nos lleva a verlo transparente, como es transparente la verdad y luminosa, además, la verdad de Dios. La Resurrección es la fiesta de la luz. Ya apareció transfigurado, blanco como lana abatanada y sometida a la ácida crispación de la lejía, en el monte Tabor, anticipo virtual de esta resurrección de Cristo. Desvestirle de luz es lo que hizo Dios para que se incardinase a la humanidad, envainado en nuestra carne pecadora y oscura. Ahora regresa a la luz y se inviste de ella, como el vitral traspasado de sol de una catedral. Juan reflejaba la luz, pero la luz era él.

Rincón poético

LA BONDAD

La bondad es amable
como un paisaje que estuviera
pintando embelesadamente Dios,
como una espiga, rodeada
de cremalleras, que dorara el sol.
El amor la corteja,
la inocencia la sabe;
hablan la misma lengua no aprendida las dos.
La imagino elegante y delicada,
igual que un arco iris con las manos
juntas, en oración.
La sospecho rendida, enamorada,
del deliquio sin fin del ruiseñor.
Le asustan la blasfemia, como un tiro
ensangrentado que mata una rosa
indefensa; dentella de pavor
cuando una mano adulta pega al hijo
empapada de alcohol,
y llora de impotencia acerbamente,
si gritos como lanzas, crucifican
la verdad, con falacias y ficción.
La verdad es amable y delicada
como es limpia la nieve,
como es noble un castillo y la promesa
de amar sin fin el hombre del corazón.

De Invitación al gozo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario