Reflexión: María Magdalena
La Magdalena, pecadora insigne, fue figura muy de la devoción de la Iglesia desde sus inicios. Es la imagen evangélica que canoniza como ninguna otra la conversión a Dios. Ese pasado suyo le dio renombre. En un test de frecuencia de representaciones artísticas, pocos santos aventajarían a María Magdalena. Se diría que ha venido posando para cuantos artistas han querido sin contar con ella. Los pintores hallaron la excusa de mostrar su destreza en moldear el desnudo femenino, al que es propicio la penitencia extrema en recónditas cuevas solitarias de que no hablan sus biografías, tan parcas en consignar más de lo que nos narra el evangelio. Es justamente eso por lo que se explayan las pseudo biografías apócrifas, que fantasean a más no poder, rellenando lagunas imposibles. Eso sí; amó como pocos, y ese amor fue lo que la rescató del pecado. Lo dice Jesús.
Rincón poético
EL DESPERTAR DE LA MUERTE
No es verdad que la muerte
enronquecida tosa.
La muerte no se entera de la muerte
ni el polvo que la acoja.
La muerte va dormida
a Dios desde la fosa.
Ángeles la despiertan
entumecida y rota
y sacuden la tierra
que le ensucia la ropa.
No es verdad que la muerte
se pueda constipar y enferma tosa.
Ella le dirá a Dios quién hemos sido,
a quién dimos la mano generosa
que tenía la suya ensangrentada,
o pisamos la mano pordiosera
que dormía en la puerta donde moras.
qué dejamos de hacer cuando, a la sombra
de su condescendencia, derrochamos
su tiempo en fruslerías, fácil cosa
cuando la gloria de un amanecer,
ciego, nada te dice y no te asombra.
Se lo dirá su boca desdentada,
sus palabras con sílabas de sombra,
a borbotones de hosca oscuridad;
entre sus dientes amarillos ,
se lo dirá su boca.
(De Invitación al gozo)
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