sábado, 7 de abril de 2012

Vigilia pascual

Jesús premia la fidelidad cariñosa de las mujeres dándoseles a conocer vivo antes que a nadie, bien que aquí indirectamente aún. Un grupo de las que habían venido acompañándole en sus correrías evangélicas, muerto y sepultado Cristo, se acercan a su tumba, una cueva cerrada con una piedra movediza en forma de rueda, que hay que empujar lateralmente para cerraroo abrirse paso. ¿Quién les podrá abrir entonces la puerta? Un ángel les avisa de que Jesús ya no está allí; que no se asusten, y que les precede para manifestarse vivo en Galilea. La conmoción no puede ser más agitadora. De inmediato, volverán a todo correr al Cenáculo, porque cuantos consigan ver vivo a Jesús, habrán de testimoniar tan alta noticia sin dudar.

Reflexión: Lluvia en Semana santa

Está la lluvia de Dios, que llueve para buenos y malos, y está esta otra, más bien, agnóstica, inclemente, que arrasa con las ilusiones de vestas y costaleros. La peor amenaza para las cofradías de Semana Santa es que se ponga a llover en plena procesión con todo el ímpetu del mundo. Es una lluvia improcedente, experta en empujones y deterioros, que acaba con el proyecto de todo un año. No llueve antes ni después; llueve impertinente en Semana Santa, en exclusiva con malevolente intención, para desolación de la gente piadosa, de los curiosos que incluso se han trasladado desde lejos para presenciar pasos impresionantes de nuestra Pasión. En la periferia española, es notable la espectacularidad de las procesiones, en tanto que en el interior castellano, la gravedad y el silencio son el mejor acompañamiento de Cristo y su Madre en tan dolorosa Vía. ¡Que alguien le quite la regadera a Satanás!.

Rincón poético

LA VIDA MUERTA DEL CRUCIFICADO

Jesús se ha muerto en la mitad de un grito,
un desgarro
que nadie se ha atrevido a esclarecer:
ola que estalla contra el acantilado,
un pecado ensartado en una lanza,
un clavo arrepentido y oxidado
clavando en la madera el corazón,
el cobarde atropello
entre olivos y sombras, una noche
sombría que no quiso amanecer.
La muerte de Jesús es el arcano,
de una noche al revés.
Muere y no muere, renacido luego.
Los que le lloran muerto, otra vez vivo
lo verán después.
Y cuando, calle abajo, se marchaba
aturdida la gente que entrevé
resquicios de misterio en los recodos
hechos pedazos de la propia fe,
en un charco de sangre
la cruz se puso en pie.

(De Invitación al gozo)

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