viernes, 25 de enero de 2013

Conversión de san Pablo

    Muerto y resucitado Jesús, ordena a sus discípulos que anuncien el evangelio a todo el mundo. La salvación no es un bien definitivo para sólo el pueblo judío. De modo que todo el que crea, aquí o donde fuere, se salvará. Pablo será uno de esos hombres recalcitrantes que invierta todos sus esfuerzos en oponerse a la divina palabra, persiguiendo a quienes crean en el misterio de Cristo, y el aliento de Dios lo derribará de su maléfica empresa convirtiéndolo en eficaz instrumento de su gracia.
    Que su ejemplo nos mueva a identificarnos resueltamente con Cristo, investidos de similar  entereza.


Reflexión

El tiempo de unos y otros


    Hay quien se abure porque no tiene nada que hacer y hay quien no tiene tiempo para hacer todo lo que quisiera. Hay todavía quien no hace nada ni se aburre, porque, en paro forzoso, pasa de todo olímpicamente. Es triste; tener todo el tiempo del mundo, que dicen que es oro, y no servirle para nada, en actitud de plena impotencia. Y uno mira el horizonte de la historia y no parece que quiera amanecer. Podríamos añadir a todos estos, los holgazanes que viven en queja constante perjurando que no tienen tiempo, mientras fingen estar enteramente atareados, desde el vergonzoso temor a ser tenidos por haraganes. El uso que hacemos del tiempo nos define.


Rincón poético

  LA MANO DEL MENDIGO

Me dan vergüenza
las manos implorantes, la tristeza
astrosa del mendigo,
un hombre como yo, ni más ni menos,
que arrodilla su orgullo
postulante ante mí, porque le falta
el mendrugo de pan de cada día.
El mendigo me dice que hace frío.
Y yo sé que es verdad.
No tiene abrigo el corazón del hombre
a quien no le acongoja
la humillante pobreza de los otros,
y acompaña con un gesto indulgente
la menguada limosna.
¿No le tirita el corazón acaso?
Hagamos leña y que un hogar unánime
acerque al fuego el tiritón del rico,
junto a la humilde desazón del pobre.
No nos aparte su pobreza oscura.
Pobreza es no tener, vivir ligeros
de espaldas a las cosas. Su pobreza
no es él, a quien cobija amablemente
la sombra azul de Dios.
Pongamos un puñado de ceniza caliente
en las manos del pobre.

(De Tu luz nos haga ver la luz)

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