miércoles, 30 de enero de 2013

La parábola de la simiente

    El destino de la simiente de la parábola depende del estado del terreno en que cae, el camino, donde los pájaros se la comen, terreno pedregoso, sin tierra, y no arraiga,  zarzas, que la ahogan y tierra fértil, donde crece y da abundante fruto.
    La simiente es la palabra, y las diversas clases de tierra, la disposición del corazón humano a recibirla en nosotros. Sólo un corazón bien dispuesto, dará todo el fruto que esa simiente puede dar, el primero de ellos la fe.
       ¿Qué es lo que hace improductiva la palabra de Dios? Tener un corazón superficial, a merced de las seducciones del diablo; carecer de constancia los segundos, de la tierra pedregosa, que ante la persecución, se asustan y abandonan; y finalmente, las zarzas son las riquezas y otros atractivos del mundo, que preferimos al don revelador de la palabra.
           Que Jesús siembre también en nosotros el atractivo de las cosas de Dios.


Reflexión

Quousque tandem?

    Es incomprensible la empresa fanática y pueril de pretender desmembrar la unidad patria, esgrimiendo para arrastrar incautos toda suerte de sofismas y mentidas apelaciones a la historia local, inventada con todo intento. Es incomprensible el arrojo con que abundando en el desprecio a la Constitución fundadora de nuestra democracia, que es el desprecio a todos los españoles, van dando palos de ciego en el empeño de segregación territorial. Y es incomprensible la morosidad con que nuestros dirigentes dejan de hacer pacientemente sin tomar medida correctora alguna. Se comprende, eso sí, la indignación creciente con que los compañeros contemplan indefensos el espectáculo esperpéntico de quienes urden una singular intriga, ufanos ante el desarme político de quienes dicen representarnos. ¿Hasta cuándo, Catilina?


Rincón poético

     CUMPLEAÑOS

Un año más.
De joven, me llegaban bulliciosos,
como en coro de niños.
Y los coleccionaba con fruición,
amablemente, como sellos,
tan vistosos los unos y los otros.
Cómo los agregaba jubiloso
a la memoria, año tras año.
Luego, ya no es igual.
Los años te maceran, te desgastan,
te trituran el tiempo, como a trigo,
bien que tiene sentido
si haces de ti pan tierno cada día
para quien no lo tiene o tiene escaso.
Un año más. Ahora,
en aturdido hacinamiento,
se agolpan sin cesar.
Vienen corriendo en alocada
romería hacia ti. Ya no los cuento.
Se esfuerzan en no entrar
en el desván de la memoria.
Son un trigal cuyas espigas ceden
al peso infiel que las castiga
Y uno medita: si no supe
prestar a los demás el capital de tiempo
que a mí mismo me han dado;
si no he sabido ser
vendaje y medicina, necesito
-no os asustéis- cien años todavía.


(De La verdad no tiene sombra)

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