domingo, 13 de enero de 2013

Jesús ungido por el Espíritu Santo

    El signo identificador del bautismo de Jesús es la unción del Espíritu Santo,  y el fuego, símbolo del Espíritu Santo, significado en el sello indeleble que imprime en quien lo recibe. Juan, al contraponer fuego y agua, está refiriéndose a quien, a diferencia de él, puede introducir al hombre a quien bautice, en el ámbito de lo divino.
    Todos los evangelistas coinciden en exponer este pasaje, dada la importancia de su contenido. Marcos hace constar, además, en la predicación de Jesús, dos pasajes, en uno de los cuales promete el Espíritu a quienes lo soliciten (Mc 11,13), y  en otro, confiesa que ha venido a traer fuego a la tierra (Mc 12,49). Juan evangelista, además, declara a la samaritana que en lo sucesivo se adorará a Dios en Espíritu y verdad.
    La Iglesia en las lecturas de hoy, nos está sugiriendo que los sacramentos y la palabra de Dios son como la lluvia que baja del cielo y no regresa vacía, sino que la enriquece fecundándola. Es como el profeta Isaías pronostica que el Espíritu nos habitará por el bautismo, en gracia de Cristo.
        Jesús es Dios y es hombre; nadie mejor que él para vincular el ámbito de lo humano a lo divino. De un lado, el Espíritu une al Padre con el Hijo y les hace ser una misma cosa; y  de otro, la humanidad de Jesús le hace ser uno de nosotros, de modo que el hombre, al recibir el Espíritu en el bautismo, queda divinizado y convertido en hijo adoptivo de Dios. Así es como Dios, haciéndose nuestro, nos hace suyos.


Reflexión
 
El anatema judío, la ceguera y el crimen


    Es fácil caer en la intransigencia religiosa, cuando no se ama ni respeta al otro, que no piensa ni cree como exigen ciertos credos obtusos. En nuestros días comprobamos con excesiva frecuencia lo pernicioso que es no saber convivir comprensivamente con los demás, en determinados países sensiblemente atrasados, donde se bendice el odio y la venganza. Uno desearía que el recurso fácil al anatema gratuito dejase de ser arma de repulsa frontal con sabor a asesinato, con que fulminar al prójimo, a veces con mal disimulada cobardía,  por un quítame allá esas pajas.  En tiempos, los judíos llegaron a especificar tres formas de repulsa, el anatema contra prácticas rituales ajenas, la abominación de cuanto pudiera profanar lugares, personas o enseres propios y lo horrendo, imputable a animales impuros.
    Desde entonces ha llovido mucho, pero incluso hoy, hay quien no tiene paraguas ni sentido común.


Rincón poético

SOÑANDO
        
¿En que soñaba Jesús,
que no hablaba,
él que era
la Palabra?
Soñaba cruces de piedra
ensangrentada.
¿En qué soñaba a su vez,
en que soñaba María,
cuando todo
lo tenía?
San José sueña garlopas,
mesas, sillas,
y en el brillo que irradiaba
la pureza de María.
El buey sueña que a una estrella
se encarama un villancico
que tiene cuernos de plata
y un aro de oro en el hocico.
De Herodes dicen los magos
que un rey rival le ha nacido:
sueña puñales de hielo,
sueña espadas de granito.
¿Por qué soñar tantas cosas
si todo cabe en un sueño?
Soñemos que hoy Dios nos nace
para ser ya siempre nuestro.


(De Tu luz nos haga ver la luz)

1 comentario:

  1. ¿y tú? Ángel. ¿Con que sueñas tú?. Bravo, un abrazo de Santi-

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