martes, 15 de enero de 2013

Jesús en Jerusalén

    Día a día, vamos estrenando evangelio. Los evangelistas consignan la sorprendente impresión que produjo en sus oyentes, llenos de curiosidad, en Cafarnaún, el modo de predicar Jesús. Con el tiempo, la figura de Jesús se les haría familiar.
    Hablaba con autoridad. Es decir, mientras escribas y fariseos ajustan sus enseñanzas a lo dicho en las Escrituras, él es la Palabra misma de Dios y habla con el aplomo que le confiere el Espíritu que le habita.
    Destacan, en su forma de hablar, la preferencia por el contraste, la repetición intensiva con que da densidad a lo que dice, la comparación y la parábola, en busca de la facilidad de ser entendido, la mayor persuasión posible, y la hondura de sus verdades. Su tema más socorrido es la llegada del reino, y verdades como el amor del Padre, manifiesto en su propósito salvador del hombre.
    Nuestra suerte consistirá en saber andar junto a él, de aldea en aldea, entre pecadores, pobres y enfermos, hasta saber cuáles son las exigencias de su seguimiento y la bondad de su entrega servicial al hombre.



Reflexión

Más libros
    Para quien lleva inoculado el virus de la curiosidad en la mente, los libros son un manjar tentador que además de nutrir, complace al buen gusto. Pero poseer, aunque sea libros, no se aviene muy bien con el compromiso de pobreza radical de quien se ha obligado a vivirla con Cristo. Añádase que la celda es exigua.
     No basta con ocasionales desprendimientos que acaban en la biblioteca comunitaria. Son libros que ya tengo leídos y actualizan un tanto ese otro bien común. A poco que uno lo advierte, las propias estanterías ya han crecido otra vez como por ensalmo. La Navidad es un una buena ocasión para desnudarse de lo que redunde. Lo estoy pensando, porque costar, cuesta.


Rincón poético

      LA ESPERANZA

¿En qué lugar del cuerpo
se instala la esperanza?
¿En los ojos que escrutan aguzados
el perfil que dibuja el horizonte?
¿En los pasos atentos al camino
que conducen a él?
¿En los hombros que aguantan la pesada
noche de cada día, constelada
de prietas horas, de largas vigilias?
¿En qué lugar? El corazón podría
albergar, como cofre acristalado,
la luz con que ilumina la esperanza
los altibajos del camino.
La esperanza es un faro estilizado,
sobre unas rocas, junto al mar.
Lo enciende el estertor de cada tarde;
y en los confines de la noche,
lo releva esforzado
el esplendor de cada amanecer.


(De Tu luz nos haga ver la luz)

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