jueves, 12 de septiembre de 2013

Amar al enemigo


Lucas resume aquí unos cuantos consejos evangélicos que Mateo reúne en el sermón de la montaña. El centro de esta alocución es el mandamiento de amar a los enemigos. Es la actitud humana más alta de toda la ética de Jesús, una ética que es la expresión más cabal del precepto de perdonar. No basta con perdonar, hay que amar. Es esa la razón de que Santiago en su carta diga que la misericordia se ríe de la justicia. La justicia ajusta a la ley que sanciona a quien  ocasiona un daño a otro; el amor cristiano que enseña el evangelio, espejo del amor de Dios, no solo perdona, sino que ama al ofensor y al enemigo.
Jesús, que  no habla en abstracto,  concreta este precepto en imágenes concretas: los que te odian; los que te maldicen, los que te injurian, los que te pegan; o te quieta la capa
No son ideas ni sentimientos, sino actos reales, actitudes concretas.
Conclusión: Amad sin esperar retribución alguna, y por lo tanto, amad a vuestros enemigos. Es lo que siempre ha venido haciendo Dios con nosotros.

Reflexión

¿Adónde iremos?

Pedro no sólo es un hombre impulsivo; es persona espontánea que no duda en manifestar su afectividad cundo lo requiere el momento. Con ocasión de la defección de un grupo de discípulos, decepcionados por el sesgo que toman las enseñanzas de un Mesías que no era el que ellos soñaban, Jesús, malhumorado, les espeta a los que quedan si no se marchan ellos también. La respuesta de Pedro es muy oportuna. ¿Adónde iremos si no es contigo?
A Jesús le debió de complacer tal muestra de afecto.

Rincón poético

EL CRISTO DEL CORO

El Cristo del coro
sangra todavía, 
la cintura roja, 
la mirada herida.
Aquí, en mi lugar,
san Pedro, ¿qué haría?
Ya no canta el gallo
que le malhería.
Cristo muerto, pende
de esta cruz, la mía,
y ocurre que, muerto,
sangra todavía.
¿Serán los pecados
de toda una vida?
Sangre yo con él
por mis demasías
y hieran mis sienes
todas sus espinas.

(De El espejo de Dios)

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