domingo, 15 de septiembre de 2013

La alegría de Dios

Escribas y fariseos critican lo que para ellos es un desatino y un descrédito, que un líder religioso se mezcle con gente de mal vivir, ya que el mesianismo tradicional proyecta acabar con cuantos vivieran apartados de la fidelidad a los mandamientos.
La respuesta de Jesús a esas críticas es el objeto de este pasaje con tres parábolas coincidentes, que invitan a la alegría, porque Dios se alegra más por la conversión de un pecador, que por 99 justos que no necesiten  convertirse. Está la alegría del pastor , la alegría de la mujer que halla la moneda perdida. Y la del padre del hijo pródigo, donde el hijo mayor, figura de escribas y fariseos, se oponen a la alegría de Dios, reacios a admitir la fe de Cristo. El padre es figura de Dios, el hijo pródigo refleja la conducta del pecador arrepentido. El texto vuelve entonces sobre el aviso de que los últimos, pobres, marginados como los leprosos, gentiles, serán los primeros, en tanto que los primeros, escribas, fariseos, dirigentes religiosos, serán los últimos.
El seguidor de Cristo no puede tampoco alegar privilegios ni servicios prestados, exigencias impropias de un hijo generoso. La conversión, por un lado, y el hallazgo de lo que dábamos por perdido, como la pérdida de la esperanza en Dios o la misma fe, son motivos sobrados de la alegría de Dios.

Reflexión

Jesús en oración

Jesús, enviado por el Padre a salvar al hombre, es un hombre piadoso, de oración. Seguir los momentos notables en que recaba del Padre conocer cuál sea su voluntad en momentos decisivos, es el mejor modo de conocer el sentido que tiene su trayectoria como salvador, siempre en manos de Dios. 
Lucas registra hasta diez las veces que Jesús se retira a orar. Su oración es una oración privada, en soledad, en la intimidad con Dios. No consta que lo haga en el templo ni en la sinagoga, sino apartado de todos. En el pasaje de hoy, al momento de elegir a quienes serán el fundamento de su Iglesia, emplea toda una noche, lo que revela la importancia que da a este hecho.
Si queremos ser como él, hagamos de la oración el mejor modo de consultar siempre la voluntad divina.

Rincón poético

AQUÍ Y ALLÁ

Llevo toda la vida
aquí, en la cercanía
del Señor, tributándole
con amorosa devoción
mi rendida alabanza.
Los salmos le celebran
tañendo para él
cítaras y salterios
y platillos sonoros.
No bastan las palabras.
Sobran a veces.
En ocasiones, acendradamente,
le celebra rendido mi silencio.
Nada tan adecuado
para pensarle, como la callada
intimidad, porque es que llevo
toda mi vida,
aquí y allá, en la cercanía
amorosa de Dios,
y se me acaba el tiempo.

( De El espejo de Dios)

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