Herodes quiere ver a Jesús, no sea que, si Juan estás muerto, Jesús sea ahora su reencarnación. Simple superchería. A Jesús sólo lo ven los que van estrechamente unidos a él, cogidos de la mano, con las lámparas de la fe encendidas. Jesús no se presta a los caprichos frívolos de la soberbia autoritaria. No se puede estar a merced de la frivolidad.
Seamos valientes cuando nos pongan arbitrariamente en la tesitura de olvidar la seriedad de nuestro compromiso con Dios.
Dios no puede ser simple objeto de curiosidad, sino de serio seguimiento. A quien quiera ver de verdad a Jesús, contagiémosle el alma con la luz de la fe, para que vea de verdad lo que los ojos no pueden ver a ras de tierra
Tu tristeza
Lo acabo de leer: “es más fácil sonreír que explicar tu tristeza”. Efectivamente. Sonreír requiere únicamente una pizca de amabilidad, tu agrado ante algo u otro. En ocasiones son las cosas las que provocan nuestra sonrisa: una estrella fugaz que transe incisivamente la noche con una tenue línea verde, por ejemplo. Es el gozo de sentirse uno tocado en el corazón por la libélula
que se le escapa a Dios de las manos; los ojos infinitamente azules de un bebé. Sonreír es llenar de dulcedumbre el panal de nuestro espíritu. Pero, ¿y la tristeza? La tristeza es algo negro que se nos ha roto en el alma y coser la rotura lleva tiempo. Por eso es sutilmente triste el bisturí quejumbroso del violín. ¿Quién es capaz de describir su tristeza?AMOR INFINITO
El día que sepa cuánto
es el amor que me das,
seré como tú, infinito,
inconmensurable. Ya
me he percatado que sientes
por mí gran predilección.
Soy pobre, pero no tanto;
no sé cuál es la razón.
Quisiera corresponderte
en la misma proporción,
pero nadie se te iguala,
nadie ama con tanto amor.
Bien podrías enseñarme
a saber amar yo igual,
antes de que sepa cuánto
es el amor que me das.
(De El espejo de Dios)
No hay comentarios:
Publicar un comentario