miércoles, 4 de septiembre de 2013

La oración de Jesús


En este pasaje, Jesús sale de la sinagoga. No sólo iba de pueblo en pueblo predicando la
buena nueva; los sábados, muy de mañana, como los judíos más piadosos, iba a la sinagoga a recitar salmos, balanceándose, y escuchar la lectura, sentados en los poyos adosados a la pared. Esos movimientos tenían una finalidad, la de que la Palabra llegara a formar parte de los ritmos vitales de la persona. Se rezaba con todo el cuerpo.
Sabemos así, sin embargo, que Jesús para orar, gustaba de retirarse a lugares apartados y silenciosos. Es en privado donde pulsa cuál sea su propio designio. En la oración, consultaba al Padre para obtener acierto en sus propósitos, ya que la oración es el hilo que le mantenía en contacto con él, que es quien le había enviado. 
Debemos imitar a Jesús en todo. Malamente seguirá nadie a Jesús si no calca su ejemplo de hombre de oración, que es tanto como buscar en el propio corazón la presencia divina que nos ilumine en todos los menesteres de nuestra vida, ya que la oración es el lugar de encuentro con Dios más a la mano.

Reflexión

Los enfados de Jesús

Jesús, en ocasiones muy destacadas, llegó a enfadarse enérgicamente con quienes, sin percatarse de ello, pretendieron nada menos que apartarlo de su quehacer salvador renunciando a su condición  mesiánica, lo que equivalía a decirle a Dios lo que tenía que hacer. En Jesús veían
exclusivamente a al hombre. Jesús, repito, no pudo menos de mostrar su enojo ante un ataque al Espíritu Santo, digno de toda condenación. Por el contrario, el eje de toda la enseñanza de Jesús es logar que el hombre cumpla taxativamente la divina voluntad siempre y en toda circunstancia.

Rincón poético

   MADRE DEL AMOR

Virgen de del Amor, María,
que en tu seno se enclaustró. 
Tu humildad fue el acicate
de que en ti naciera Dios.

Gracias a ti, adivinamos
el misterio singular
de que Dios viva hecho nuestro
sin ser menos, sin ser más.


No todos recocieron
qué habría de suceder.
Que el Amor se muera un día
no tiene razón de ser.

¿Un mesías moribundo
en una cruz? ¡No ha lugar!
San Pedro no concebía
que se dejara matar.

Tú comprendiste el misterio
de la aventura de Dios.
Gracias por tu buen sentido.
Gracias, Virgen del Amor.

(De El espejo de las cosas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario