jueves, 19 de septiembre de 2013

El amor y el perdón

El perdón lo mide el arrepentimiento y al arrepentimiento lo mide  el amor. Toda injuria contra otro, es prueba de enemistad, el rechazo; en el otro polo está la estima, el amor que el otro nos pueda inspirar. Jesús dice por eso que a la mujer arrepentida se le perdona mucho porque ha amado mucho. Jesús mide el arrepentimiento por la carga significativa que compone ese gesto valiente de amor hacia su persona Y lo dice el Hijo de Dios, el ofendido.
Es lógico que la mujer proceda de manera más bien ostentosa y espectacular, ya que si es una pecadora pública, pública y notoria ha de ser también su conversión y puesta en escena. Y hay que reconocer que su representación fue cristianamente perfecta...
Zaqueo, Mateo, Magdalena. Son ejemplos de contrita conversión, cada uno a su manera. Y es que así dan comienzo a su nueva vida la mayoría de los santos. Aprendamos de ellos.

Reflexión

Los hijos de la las tinieblas

Jesús opone la luz a las tinieblas. Las tinieblas son imagen de toda maldad, en tanto que la luz es un reflejo del reino de Dios. Dice bien cuando asegura que los hijos de las tinieblas son mas astutos que los hijos de la luz. La astucia suele ser el hábito de proceder con redomada inteligencia en la prática del mal. La gente sin conciencia es siempre propicia a emboscar su conducta en procedimientos eficaces, como lo es la astucia.
Jesús nos pide que el la práctica del bien procedamos con el mismo empeño e inteligencia que pone el astuto en su maldad. Difundir el evangelio, bien lo vale.

Rincón poético

     IMAGINANDO

Puedo pensar que tengo
una herida em los ojos
manándome amapolas.
Puedo pensar que es frívolo
enredar en las rosas
hebras de sentimiento
que el tiempo deshilacha.
Puedo pensar que Dios
tiene un nido de tímidas
alondras en las manos.
 Cabe en el pensamiento
una siembra de estrellas
guarneciendo la oscuras
frialdad de la noche.
Nunca podré pensarte
aupando mi tristeza 
el corazón, Dios mío,
purifica amoroso
estos vestigios viejos
de tierra mancillada
y pon entre mis manos
una dorada copa de alegría.

(De El espejo de Dios)

No hay comentarios:

Publicar un comentario