Así, de pronto y taxativamente, es cómo invita Jesús a que seamos fieles a los imperativos de nuestra vocación.
Jesús no se entretiene en persuadirnos de los bienes del seguimiento; nos llama sin más, sin devanar argumentos en su favor, porque pertenecer al séquito de los que le acompañan es un privilegio, es un don que hay que agradecer.
Seguirle es dar de lado a todo lo que no es Dios y atenerse estrictamente a las recetas de nuestra salud, porque él ha venido a eso, a sanar a los que desfallecen, a los que van a trancas y barrancas, a los que flaquean, a los que sólo en él encontrarán remedio a sus dolencias.
Que nadie se lleve a engaño. Jesús es nuestro médico de cabecera y no hay otro.
Reflexión
Naín
Naín es una aldea de Galilea, donde Jesús devolvió la vida al hijo único de una viuda. Por la ley del levirato, la viuda sin hijos pasaba a pertenecer en todos los aspectos al hermano del difunto, con lo que perdía el derecho a la herencia.
Actualmente, la aldea de llama Nein y queda situada a 8 km de Jezreel. Su nombre en griego significaba “deleitoso”. Dispone de una iglesia que conmemora el hecho prodigioso.
ESPEJOS
No te asustes. No hay nadie, eres tú mismo
quien al andar remueves
hojas secas de otoños y recuerdos,
tantas veces pisadas, que su aroma
ya está roto y cansado.
No te asustes;
no hay nadie; sólo apenas un arrollo
escaso y limpio, recatado,
que no suena, eco mínimo,
sombra de río, pero que retiene
en su memoria temblorosa y verde
nubes, pájaros, cielos.
Mírate en él, espejo de ti mismo
abisal, cuando quieras.
Carcaixent, 14 de diciembre de 1991
(De El espejo de Dios)
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