martes, 3 de septiembre de 2013

En Cafarnaún



 Mientras en Nazaret, sus paisanos quieren despeñar a Jesús para deshacerse de él, en Cafarnaún se admiran de los prodigios que hace, el poder de su palabra sobre los posesos y la autoridad con que habla, una autoridad que le viene de encarnar el lenguaje con que el Padre le revela sus misterios.

En Nazaret casi no pudo hacer nada porque no creían en él. En Cafarnaún, en cambio,  realizará sus prodigios más sonados, porque confían en Jesús. Es por lo tanto la fe la que abre sus manos generosas ante las calamidades de los hombres. Cuando la fe cierra los ojos del hombre negando la mirada amorosa de Dios, su dedo no halla tierra donde poner su semilla salvadora.
Pidámosle que nos ayude a escuchar confiados la palabra de su Hijo, para que obre en nosotros el milagro de tenerlo siempre cerca y adivinar su presencia, con toda la firmeza que da la fe a quienes lo buscan y cultivan su amistad.

Reflexión

Es Jesús

Pedro es impulsivo siempre. Cuando Jesús, amaneciendo, aparece en la playa de Cafarnaún asando unos peces, avisado por Juan, el intuitivo Juan, tiempo le falta a Pedro para bajarse de la barca e ir a Jesús de inmediato llevado por su irreprimible entusiasmo.  
Amor y entusiasmo casan muy bien. El padre llega a casa de lejos, y su niños, al verlo llegar, corren desalados hacia él a abrazarlo.¡ Cuántas veces se nos dice que Jesús se nos hace presente aquí o allá y nos falta ese acicate que nos impulse a dejarlo todo y correr jubilosos adonde él está! Nuestra fe estará callada y como inactiva, si el amor no la sacude y despierta.

Rincón poético

       LA LUZ DE DIOS

Sondéame,.mi Dios, que nada quede
oculto a tu mirada creadora.
Aduéñate de mí. Yo no soy mío.
Tú eres mi luz, la luz que levantaba
del lecho a los tullidos
y el párpado a los ciegos.
Tú prodigiosamente iluminabas
su oscuridad, su inanición. 
La luz con que nos miras
nos permita a nosotros
mirarte a ti también.
Déjate ver en el hondón del alma
que tengo siempre a punto.
Colgado en la pared,
 guardo el espejo de mi vida,
que he vivido a destajo
como si el tiempo no supiera
jugar al ajedrez.
Déjame que te reconozca.
Que me alumbre tu luz resucitada.
Mi fe sabe.
Mi fe sabe tu rostro.

(De El espejo de las cosas)

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