miércoles, 25 de septiembre de 2013

Predicar el reino

Jesús envía a sus discípulos a predicar el reino y les enseña a no entorpecer la tarea cargando con impedimentos que les entorpezcan la tarea. Ellos predicaron el evangelio.
El reino, pues, es el evangelio de Jesús; la puesta por obra de su palabra. 
Jesús necesita de quienes den a conocer a otros el proyecto salvador del Padre, y los misterios que él mismo encarna en su evangelio, el misterio salvador del hombre, es la mejor manera de parecerse a él, que se llamaba Jesús porque había sido enviado a salvarnos, el misterio de ser con y para los otros como medio de ser con él y para él.
Salvémonos en buena hora, pero salvémonos salvando a los demás.

Reflexión

Sígueme

Jesús es manso y humilde, aunque no le falta carácter y proceder con exigencia cuando cuan do las circunstancias lo reclaman. Así es como elige a los suyos, con estricta seriedad, y les marca con la misión de seguirle al punto. Sígueme, dice sin más, y basta. Quien escuche ese mandato, sentirá el estirón de su voz poderosa la misma que puso orden en el cosmos y dictaminó que las cosas eran buenas. Esa voz tajante es la que está construyendo, en una nueva creación la Iglesia por la que derramará su sangre.

Rincón poético

SOLEDAD EN COMPAÑÍA

Por más que lo parezca, no estoy solo.
No puede estarlo quien lleva consigo,
como un techo nevado de jazmines,
la blanca mano acogedora
con que Dios nos asila. Está conmigo
aquí mismo; lo llevo en lo más hondo
de mí. No está una rosa en el jardín
sola, aunque no lo sepa, ni una estrella
echa de menos su constelación.
Yo sé de mí. No palpo
la mano del Señor, pero está, como
el corazón llenándome de sí.
Así también mi Dios; me lo confiesa
alguien dentro de mí. Los mismos labios 
de mi fe, la alegría
de saber esperar y los latidos
que pronuncia el amor.
Todo me habla de Dios; lo llevo dentro.

(De El espejo de Dios)

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