El grano de trigo deja ser descompuesto en tierra, para arraigar y germinar dando lugar a unos tallos que coronarán espigas. El grano de trigo ha de dejar de ser para devenir vida nueva. Si uno se reserva envuelto en la cerrazón de su propio egoísmo, encerrado en su cascabillo, se vuelve inservible en la nada en de sí mismo. Quien se da, abre el horizonte de sus brazos a la inmensidad de la vida eterna, a la sombra luminosa de Dios. No es otro el servicio que nos pide Jesús, a cambio de ser ya siempre para él absolutamente.
Divagación: Ha llegado la lluvia
Se estaba haciendo esperar, pero al final ha llovido esta noche, aunque no pase de ser un huidizo chaparrón de escasa intensidad. Ha llovido a escondidas, púdicamente, como quien se oculta o se desnuda vergonzosa. Nadie sabe a qué hora su mano húmeda ha refrescado el ambiente que se hacía molestamente pesado, pero ha llovido de sensible manera. Lo siento, porque me gusta ver llover. Me gusta ver cómo las gruesas gotas rompen sobre el suelo ardiente y un vaho torpe se levanta del polvo como quien respira pesadamente. Me gusta ver cómo la lluvia agosteña humedece compasiva los labios resecos del verano. No ha sido posible sorprender este pasajero llanto estival. Espero que de nuevo nos visite la lluvia, esta vez más copiosa y frenética, desbordada sobre los rastrojos dorados de un verano que, de lluvia en lluvia, va borrando las cifras del calendario de subrepticia manera, como quien no quiere que nadie lo vea. La verdad es que queda verano todavía, pero no concluirá sin hacer todavía algún guiño lluvioso y apagado al otoño lejano.
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