lunes, 15 de agosto de 2011

La Asunción de María


Nada nos dicen los evangelios de este hecho memorable ni tampoco los Hechos de los apóstoles nos hablan de la Asunción de María. La Iglesia ortodoxa griega se adelantó a la latina en todo lo referente a la devoción a María y ha celebrado siempre la Asunción de María al cielo a la manera de un beatífico sueño. Jesús mismo decía de quienes devolvía a la vida que simplemente dormían. A María la despertó él igualmente en los umbrales de Dios. Era el Hijo que recobraba a su Madre junto a sí, siempre sumisa a Dios y ganosa de saberlo todo acerca del misterio de su Hijo, de quien guardaba en el corazón cuanto llegaba a saber. Hoy es ella quien nos puede llevar hasta el conocimiento de su Hijo, sabedora de todos sus misterios.


Divagación: La luna


Es de ver el espectáculo de la luna llena emergiendo toda enrojecida tras los montes, apenas se ha puesto el día, y empieza a bajar la noche su telón oscuro. Me he enterado ahora de que la luna, en tiempos remotísimos, contó señorial con dos satélites, dos lunitas blancas como ella, que la circundaban cada poco, y aproximándose una y otra llegaron a chocar y saltar por los aires, es un decir, hechas añicos. No soy tan romántico que me dedique a contemplar la luna, con catalejo o sin él, entontecido, pero entiendo que los mismos hebreos se valieran de sus fases para medir el tiempo. Sus clérigos, en Babilonia, aprendieron a computarlo según los ciclos solares del año, y así, en tiempos de Jesús, la gente culta seguía el computo solar, mientras el pueblo continuaba usando el lunar. ¿De cuál era partidario Jesús, más cercano a la gente sencilla que a los sabios sacerdotes del templo? Esto aparte, me pregunto por qué se dice de una persona que tiene un lunar en la mejilla. Siempre es mejor que tenerlo en la familia.

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