Eran sobre todo los sacerdotes los que, en el templo, antes de proceder dignamente a la celebración del culto, procedían a purificarse con abluciones de agua. Los fariseos popularizan estas purificaciones entre la gente. Hoy se alude a purificarse las manos antes de tocar los alimentos comiendo, y otro tanto había que hacer con el menaje de cocina. No se trataba de medidas higiénicas, sino de actos de culto. Jesús desdeña todo lo que confunda y sustituya lo importante con lo accesorio; los mandatos de Dios que debían llevarse escritos en el corazón, con las disposiciones de los hombres, convertidos en rutina y apariencia. Los fariseos, al margen de las enseñanzas de Jesús, se escandalizan de que los discípulos de Jesús no observen esa normativa dada por hombres, ajenos a que se les ha inculcado la sinceridad por la apariencia, la verdad por los sucedáneos.
Bagatela:La armonía y el silencio
Hay placeres comedidos que no llaman a las puertas desaforadas de la disolución, como gozar del silencio y de la música. Disfrutar de la placidez del silencio, llega a ser un refinamiento espiritual inapreciable. Es la razón por la que la alegría más honda no es disoluta ni necesita del desenfreno de la carcajada como manifestación cabal. La alegría perfecta que encomiaba Francisco de Asís se traduce en mera sonrisa, que es el colmo de la satisfacción. Lejos de parecerse a un simple sentimiento pasajero, se encarna en un modo de ser, porque es un modo de vivir gustosamente la vida. Por eso se recrea en el silencio y la armonía y da razón de que la serenidad defina a la persona que tal vive. Hay que aprender a vivir alegres hasta en la adversidad.
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