lunes, 29 de agosto de 2011

Jesús entre sus paisanos


Es justamente entre sus paisanos donde Jesús declara, como una primicia y de manera clara, su condición de enviado de Dios para anunciar el evangelio a los pobres, la libertad a los oprimidos y la luz a los ciegos. Tres son, pues, los cometidos del mesías, el anuncio del evangelio, propiciar la libertad y restaurar la necesaria visión de la realidad. Los destinatarios correspondientes son los pobres, los oprimidos o sometidos a cualquier servidumbre y la ceguera humana. Es como un resumen indicativo de los beneficios de la salvación, que corrobora Jesús con obras prodigiosas. Y sus mismos paisanos, que no creen en él, le acosan y pretenden eliminarlo. Es justo la razón por la que la liturgia coloca aquí este pasaje. Con el anuncio, ayer mismo, de su muerte, comienzan las primeras estaciones de su pasión, y este áspero itinerario no cesará ya, hasta que el aliento del Espíritu le devuelva al Padre.


Divagación: Ramón Gómez de la Serna

Ramón de la Serna decía en una de sus greguerías que el jabón era el pez de las bañeras por su carácter escurridizo, similar al del pez real que se intenta coger con la mano. Algunas de sus frases ingeniosas bien valdría la pena volverlas a acuñar hoy, como la que dice que “los que matan a las mujeres y después se suicidan, deberían variar el sistema suicidándose primero y matándola después”. Todo le servía al original escritor para descubrir el lado humorístico de las cosas, como cuando apunta que “el bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie” o que “la gallina está cansada de denunciar en la comisaría que le roban los huevos”. No faltan en su haber greguerías que se asoman al manual de psicología, fácil de inferirse al recordar aquello de que “el sueño es un depósito de objetos extraviados”, o que “los recuerdos encogen como las camisetas”. Y también: “En cada día amanece todo el tiempo”. Y es que Ramón no escribía sin más; miraba las cosas en tres dimensiones.

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