La conveniencia de permanecer vigilante supone pronta diligencia para no caer en el descuido y la indolencia. Jesús contrapone prudencia a necedad referidas a las vírgenes que se esmeran en tenerlo todo previsto y las que desatienden su responsabilidad. La prudencia es la sabiduría del sentido común.
No se improvisa a última hora lo que hay que prever con sobrado tiempo. Mal puede tener sus cosas a punto, quien se acostumbra a relegar para luego lo que hay que tener siempre a mano.
El esposo llega, está llagando siempre, y no se deja sorprender quien permanece siempre en vela, frente a quien, desmotivado, se duerme despreocupadamente en las pajas del descuido.
Santa Clara y santa Teresa
Creo ver un admirable paralelismo entre santa Clara de Asís y santa Teresa de Jesús. Son como el haz y envés de una misma espiritualidad muy evangélica. Las dos eminentemente santas. Santa Teresa, la monja andariega; santa Clara, la monja oculta en su clausura. La una andando incansable todos los caminos hacia el corazón de Cristo, de morada en morada; la otra arrodillada siempre ante el brasero eucarístico. Las dos empeñadas en la reforma de la vida religiosa tras los muros del convento, la una acudiendo adonde pueda prender una luz en el corazón de la Iglesia, con el aliento añadido de Juan de la Cruz; la otra recluida en el corazón de Cristo, como oración hecha niña en las manos de Francisco.
La práctica del evangelio puede hermanar a las personas. Carmelitas y clarisas; próximos y lejanos. Dicen además que no hay un santo solo. A su vera crece la sombra de otro complementario. No son plantas aisladas; son un vivero innumerable.
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