jueves, 4 de agosto de 2011

Jesús, Hijo de Dios

Jesús, Hijo de Dios. Son varias las confesiones de fe con que los discípulos de Jesús definen así la suya en Cristo, en varios momentos del evangelio. La primera y más importante es ésta, en las cercanías de Cesarea, donde Pedro confiesa que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios vivo, Mt 16, 14. El acierto de Pedro no reside tanto en proclamarle mesías, cuanto en confesarlo Hijo de Dios. No es ésta la única ocasión en que se le considera tal Hijo de Dios. Cuando, en el lago, de noche, Jesús se acerca e ellos sobre las aguas, son todos los discípulos los que le aclaman unánimemente Hijo de Dios”. Mt14, 33. La misma Marta reconoce igualmente que Jesús es verdaderamente el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 11, 22). Pero no son los prodigios lo que nos han de inclinar a creer en Jesús.
Bienaventurados los que crean sin haber visto, dirá Jesús a Tomás.
Verdaderamente, tu eres el Hijo de Dios vivo.


Bagatela: El armonio

Los armonios tradicionales disponían de un fuelle, a ras de tierra, que oprimían los pies, para que el soplo de aire obtenido hiciera vibrar las lengüetas sonoras, cuando la manos expertas del organista, combinando unos sonidos con otros, producía y resolvía los acordes que requería la partitura, creando armonía. El armonio se ha popularizado simplificando su estructura y mecanismos. Ahora los sonidos quedan memorizados en micrichips que se activan electrónicamente, con lo que ha desaparecido el pesado mueble que contenía el complejo musical. En honor a la verdad, hay que reconocer que hay empresas que han logrado dar a tan simple aparato una calidad sonora sobresaliente. Y una vez más, es la avispada industria japonesa la que ha polarizado tan pingüe negocio.

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