martes, 23 de agosto de 2011

Los ayes de Jesús


Con estos ayes de Jesús, un género que servía para expresar acontecimientos o actitudes lamentables, enumera tres cosas que considera las más graves de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad. El derecho, porque el uso pervertido de la ley favorecía a los potentados contra los débiles, y para Jesús semejante delito es grave. La compasión, porque el amor de Dios es misericordioso para con el hombre, y no hay mejor respuesta a esa bondad de Dios, que reflejar la misericordia divina en la compasión, ante todo lo que infrinja daño al hombre. La sinceridad, porque el mensaje divino expone las verdades de Dios, y mal puede acoger esa verdad en su corazón quien no ama la sinceridad. Si hacemos un listado de las virtudes que Jesús tiene en más, la compasión es la virtud que mejor le caracteriza y en la que se ejercita frente a los males de que adolece el hombre. Igualmente, la sinceridad no podría faltar nunca entre las más selectas virtudes evangélicas. De hecho, frente a la sinceridad, están los que se enmascaran en falsas apariencias, los hipócritas, a quienes tanto fustiga Jesús. En cuanto al derecho, Jesús veía en su corrupción uno de los males que más rebajaban a la sociedad en la que tuvo que vivir. Vivimos con Jesús cuando vivimos sus virtudes. Seamos justos, compasivos y sinceros como él.

Divagación: Las campanas

Qué mal suena la campana rota. El bronce, quebrados los labios que nos convocan y hablan de Dios, no vibran con la limpia sonoridad de su integridad intacta. Tiene más de bote irritado que de campana devota. ¿Por qué unas se rompen lastimosamente y enronquecen su voz, y el timbre dorado y luminoso de otras dura siglos ? Las hay pequeñas, parlanchinas, en el alto hueco de la espadaña que corona la frente de una ermita, y las hay colosales, solemnes y reposadas como palabra de Dios, en lo alto del robusto campanario. La campana que tiene partida el alma, ya no dobla, ya no reza entusiasta ni siquiera musita súplicas mortuorias; rezonga desolada como animal herido.
Una campana bien nacida es un aleluya jubiloso hecho bronce.

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