sábado, 24 de marzo de 2012

División de criterios en Jerusalén

El gentío que reúne la fiesta en Jerusalén, está dividido sobre la personalidad de Jesús. Está la gente sencilla que admira la inaudita sabiduría del mesías y está el cuerpo dirigente que argumenta en contra, no sin altisonancias, del modo más superficial, para negar así la categoría divina de Cristo. Importa destacar cómo la gente percibe espontánea la presencia de lo divino de natural manera, mientras a los sabios religiosos les confunde su propia sabiduría, que es una sabiduría objetiva, libresca, donde el corazón se inhibe y no toma parte. El presunto saber de lo divino, sin amor, no deja de ser letra muerta.


Reflexión: Potenciación de la ceniza

La ceniza, como término significativo de lo que deja de ser radicalmente, no figura en la Sagrada Biblia. Prefiere el sentido ínfimo y despreciable del polvo que todos pisan, no exento además de resonancias teológicas. Del polvo se vale Dios para crear la obra maravillosa de su alfarería, el hombre, quien esparcido como polvo, acaba luego talado por la muerte. Existe también ese otro sentido helenístico de la ceniza que, en ciernes, es promesa de un nuevo resurgir. Jesús exponía la primavera de la resurrección recurriendo al grano que se descompone en tierra para el florecimiento de una vida nueva y copiosa. Carlos Bousoño tiene asimismo una obra poética que titula Oda a la ceniza, inspirada cristianamente en la esperanza. El recuerdo de las últimas fallas hace pensar en este ave fénix que son también las cenizas de la cremà, comienzo de nuevos proyectos y ansias de superación.


Rincón poético

NO ME RENIEGUES

Un gorrión receloso,
como hace frío,
se acerca a mi ventana
buscando abrigo.
¡Dios soberano,
un pájaro me pide
calor humano!

Como el gorrión, yo mismo
llamo a tu puerta
Llevo frío en el ama,
déjala abierta.
Vine otras veces
y en tus manos dejabas
hundir mi frente

Como gorrión temblando
llamo a tu pecho
con mi cruz, hecha astillas,
roto y maltrecho.
No me reniegues;
no sabes mis desvíos
cómo me duelen.

Blanquea los tejados
la nieve espesa
y en el alero el hielo
puñales cuelga.
Gracias, Dios mío,
que tu regazo amante
me presta asilo.

(De Invitación al gozo)

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