viernes, 30 de marzo de 2012

Hijo de Dios

A cuantos le acusan de blasfemo, Jesús replica que no es blasfemia decirse Hijo de Dios, ya que la misma Escritura llama dioses a quienes aceptan la divina palabra. ¿Blasfema la Escritura entonces? Y si Dios le envió y consagró para proclamar la salvación, ¿es blasfemia declararlo?
No me atribuyáis los prodigios que hago si os contraría, les dice, pero entonces, no os queda más remedio que atribuírselos al Padre, a Dios, en cuyo caso, no hay más escapatoria que creer que el Padre está en mí y yo en él. Y una vez más tiene que huir, porque quieren prenderlo. Viene a rescatar a los suyos y deciden matarlo.
También hoy son muchos los que persiguen con ahínco la presencia de Jesús en el mundo. Jesús molesta y molestan los que creen en él. Molesta la Iglesia, molesta su voz, que es eco de la suya. Hagamos presente a Cristo allá donde estemos y sembremos su palabra, viviéndola primero resueltamente.

Reflexión: La primavera ha venido

Oficialmente, la primavera ya ha llegado, una primavera indecisa aún que no acaba de hacerse cargo de su delicioso papel, un tanto falta de seriedad. Está y no está. Tengo para mí que, en general, las estaciones del año tienden a estancarse en aquello que no son, víctimas de su indecisión endémica, y así, ellas mismas, como los profesores de nuestros días, acaban por perder la autoridad que siempre merecieron. En realidad, se le tiene ya a muy pocas cosas y no ganamos nada con ello. Una cosa es el servilismo del amor cortés y otro la mala educación. Y todo, porque la primavera no acaba de ser ella misma.


Rincón poético

EL LENGUAJE

Gracias a Dios, que puso en nuestros labios
el entrañable don de las palabras.
Las palabras nos viven, nos alientan,
nos golpean la sangre y, desveladas,
nos suministran sueños, pesadillas,
lamentos y plegarias.
Con palabras pensamos, nos reímos,
disentimos, amamos. Desaladas,
acuden de una en una
a interesarse por nuestras demandas.
Cauce reseco el corazón del hombre
sería si de pronto se apagara
la claridad del surtidor que alumbran
como grito de luz cada mañana.
El hombre no sería si tuviera
cerrados labios, puertas y ventanas.
Son nuestra biografía en la memoria,
nuestro ahora fugaz, liebre espantada,
nuestro horizonte, hacia el amanecer
sin fin de la esperanza.
Y a la sombra de todo,
del olvido nos salvan,
más allá de la vida,
en el mármol ya muerto de una lápida.

(De Invitación al gozo)

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