jueves, 8 de marzo de 2012

El rico epulón

La justicia de Dios es inexorable para quienes desprecian al pobre. Jesús ha palpado en su tiempo ese desequilibrio exagerado entre ricos muy ricos y pobres muy pobres. Pobres, los tendréis siempre entre vosotros, pronostica Jesús. Grandes fortunas y miserables bolsas de pobreza han existido siempre, pero no es fácil excusar la insensibilidad del rico hacia el que no tiene trabajo, al hambriento que busca en vertederos malolientes, pisoteando su vergüenza, desechos caducados de comida.
Jesús clama contra la injusticia, y contra quienes deshumanizan así la condición humana y, de algún modo, capitanea la rebelión de quienes, como Lázaro, han sufrido la indigna opresión de la avaricia y el egoísmo ilimitado que contrae la propiedad exacerbada. Como contrapartida, el consuelo que aguarda a los excluidos de la compasión humana, es la acogida amorosa que les dispensa Dios.
Jesús nos está avisando siempre: Sed compasivos como es compasivo vuestro Padre, por la cuenta que os trae.


Reflexión: Quemar cobardemente a un pobre

Las convicciones políticas extremas abonan a menudo la cerrilidad. Como, en pro de la pureza de la raza, es quemar a un pobre que duerme en la calle porque no tiene techo bajo el que cobijarse. Hay grupos extremistas que en su ideario abominan de la mendicidad y atacan violentamente a los llamados transeúntes que se guarecen del frío nocturno durmiendo al abrigo de cajeros automáticos u otros rincones ciudadanos. La perversidad mental de estas bandas hostiles suele recurrir a la gasolina para exterminar a estos menesterosos, hermanos de la inadaptación social, la desgracia y el desprecio. Es bochornoso el espectáculo de un pobre a quien han quemado vivo, quienes les consideran ratas de alcantarilla que con su presencia afean la ciudad, sin percatarse de que, si acaso, esas ratas inmundas son quienes asesinan cobardemente, en grupo, al que nada tiene, ni siquiera quien les defienda.


Rincón poético

NO ME QUEJO

Soneto

No me quejo, Señor, sufro callado
los alifafes de mi edad madura.
Frente a pensar que tu enseñanza es dura,
sé que el dolor redime del pecado.

Esta vida, Señor, que me has prestado,
desde la gratitud y la cordura
engastar en tu amor mi alma procura,
ya que me diste tiempo tan holgado.

No me quejo de que llaguen astillas
de tu sangrante cruz mi sufrimiento;
sólo, Señor, me duele y me lamento

de no siempre apreciar las maravillas
de tu acendrado amor, cuando te siento
tan cerca y no restalla el sentimiento.

(De Invitación al gozo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario