domingo, 11 de marzo de 2012

El culto en Espíritu y Verdad

La liturgia viene a decirnos hoy que Cristo, muerto y resucitado, es el fundamento del nuevo templo espiritual, que sustituye al templo y al culto que se rendía a Dios en la antigua alianza.
Para Jesús, el espectáculo del templo, convertido en lonja de mercaderes y mesa de cambio, no puede resultar más deprimente. Es la casa de su Padre, casa de oración, no de venta de animales.
A los jefes religiosos, por el contrario, acostumbrados a tan ridículo espectáculo, les contraría y avergüenza la acción purificadora de Jesús, y le increpan, pidiéndole credenciales: ¿Con qué autoridad haces esto? De nada le hubiera servido responder: Éste es el templo de mi Padre; porque no creen en él.
Jesús responde con una frase enigmática para ellos: Estas son mis credenciales: Destruid este templo; yo lo reconstruiré en tres días.
Jesús plantea una espiritualidad auténtica, en espíritu, en verdad, presidida por el Espíritu y él mismo. La purificación del templo llevada a cabo por él, es un gesto innovador, propio de una religión limpia de ritos muertos y un culto vivo nacido del corazón. Adoramos a Dios en espíritu y verdad, en el templo y fuera del templo. Vivámosle siempre como él quiere, aquí y en todas partes, en espíritu y en verdad.

Reflexión: El esplendor de las fallas

Las fallas con que se conmemora la festividad de san José, son las fiestas más valencianas de cuantas se celebran a lo largo del año. Colosales monumentos de artísticos monigotes que interpretan irónicamente la realidad nacional y fuegos de artificio son los centros de interés que agrupan al gentío en plazas avenidas, junto con la interminable ofrenda de flores a la Virgen donde la emoción se sus falleras rivaliza con los reflejos luminosos de sus vistosos vestidos típicos. Estallidos estremecedores, música bullanguera, derroche de color y los consabidos buñuelos de encendida calabaza, llenan los sentidos con su sabor festero. Son como un remedo de la vida: sudoroso esfuerzo, efusión incontenible de gozo y el término resolutivo de una llama gigante, que lo convierte todo en ceniza. De las cálidas cenizas humeantes resurgirán primaveralmente otra vez los renuevos de una fallas que no cesan.

Rincón poético

SE ME ACABA EL ACEITE

Mira, Señor,
tengo la lámpara encendida
y la he puesto muy alta,
a fin de que ilumine
toda la estancia suficientemente.
Tu prendiste esta luz,
reflejo de tu gloria,
porque es eterna tu misericordia”.

Sobradamente me suministraste
el óleo con que nutro
mi pequeño candil ya envejecido,
“porque es eterna tu misericordia”.

Dame un poco de tiempo todavía,
al precio que sugiera la balanza
de tu acendrado amor,
porque es eterna tu misericordia”,
que tengo muchas cosas por hacer
y noto poco a poco cómo duda
temblorosa la llama
en el pico encendido del candil,
porque es eterna tu misericordia”.

Sólo un poco de tiempo,
un adarme, una brizna,
no me apague del todo, como estrella
que, al alba, con la luz, se desvanece..
¡Se me acaba el aceite!

(De Invitación al gozo)

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