La transfiguración confirma de modo plástico lo que Jesús enseña a sus apóstoles sobre el misterio salvador de su muerte necesaria, y que ellos se resisten a creer, convencidos de que el mesías es inmortal. Resulta así un anticipo glorioso de lo que será el Hijo de Dios, una vez muerto y resucitado, como demostración palpable de esa resurrección. En buena lógica, si admiten a Jesús gloriosos en su resurrección, les resultará más fácil admitir que para ello ha de morir antes. Nadie que no haya muerto puede resucitar después.
Y en esa escenografía, las figuras de Moisés y Elías, de máximo relieve y autoridad para la espiritualidad judía, corroboran con su presencia la superioridad de Cristo, que es como decir: si admitís sin pestañear a Moisés y Elías, admitid entonces lo que ellos admiten. Y por si no era bastante con eso, Dios mismo les revela como colofón de toda esa visión espléndida, que han de creer lo que les está enseñando su Hijo, palabra del Padre y depositario de toda verdad.
La simplicidad de Pedro confunde aún las realidades divina y humana. Fascinado por la luminosidad y esplendor de lo que ven sus ojos, queda indiferente ante el misterio.
-No piensas como Dios; piensas como los hombres, le había corregido Jesús indignado. De nuevo se empeña en pensar como el hombre ciego que lleva dentro, como el hombre ciego que llevamos dentro.
Reflexión: Doble función de un objeto
Un objeto puede utilizarse o no, y en ambos casos cumple una función. Así, un mandil lo usan diferentes empleados para guarecerse de manchas o posibles lesiones. Lo usaban los albañiles medievales y, ya en desuso, se convirtió en ridículo distintivo de las logias masónicas que tuvieron su origen en aquel menester de la construcción. Otro tanto puede decirse de los ornamentos litúrgicos, procedentes de antiguas vestiduras de uso más o menos corriente. Dejan de ser para transformarse en otra cosa. Y así, el tronco de un árbol, que acaba en muebles de oficina o comedor; la piedra rústica que se transmuta en gloriosa escalera de mármol y el fruto áspero, que compone la deliciosa carne de membrillo, etc. Pero sobre todo, dejan de utilizarse, exentas ya de función utilitaria alguna, aquellas cosas que, por su rareza o antigüedad, duermen el sueño de los museos, como esos fósiles de saurios gigantes recientemente descubiertos en yacimientos turolenses. Son cosas o seres que periclitaron, que ya no son, aunque convenga conservar su memoria para que no desaparezcan del todo en el molino arrollador del olvido, inventor de la nada.
Rincón poético
LOS AVATARES DEL TIEMPO
El tiempo no huele a nada.
El tiempo huele en las cosas.
Es delicioso en el vino
y es exquisito en la rosa.
El tiempo no tiene edad,
mas puede llegar a viejo
en la vetustez del ámbar,
donde él mismo queda preso.
El tiempo es indiferente
a la aversión o al cariño
más todo lo descomponen
sus torpes manos de niño.
Del tiempo pende la vida.
Nos enhebra como un hilo.
Pero su fragilidad
no dice bien de sí mismo.
El tiempo es una escalera
que llega casi hasta Dios.
Pero Dios, contrariamente,
es eterno; el tiempo no.
(De Invitación al gozo)
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