sábado, 17 de marzo de 2012

El sedicente justo y el publicano

Dos personajes, supuestamente justo el uno y arrepentido publicano el otro, aparecen en este pasaje en abierta confrontación. El uno, de pie, casi desafiante, hace alarde de sus obras buenas; el otro, arrodillado, pide perdón humildemente.
Las buenas obras eran como un aval que además de hacer justo se podía exigir a Dios, a cambio, la salvación, como quien compra a buen precio. Jesús, que está siempre con los buenos de corazón, sentencia que sólo el publicano sale del templo reconciliado con Dios. No es el acopio objetivo de obras, sino la bondad, la que inclina hacia el hombre el corazón divino.

Reflexión: Si el Señor no construye

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, dice el salmo 126 con plástica belleza, sobre el esfuerzo inútil de quienes emprenden una empresa notable de espaldas a Dios, fiados de su propia valía. Dependemos del todo de Dios, de modo que proyectar nuestra empresa de llegar a ser desdeñando sus providentes cuidados, equivale a arriesgarse a edificar sobre arena. Nadie cava una zanja para que trascurra por el ella el agua copiosa, donde no hay un fuente que nos surta de ella. Jesús sabe lo que dice cuando nos avisa de que sin él, nos condenamos a la inanidad.


Rincón poético

LA TRAMA DE TU VIDA

El mundo que nos rodea
son las cosas que miramos;
pero suman muchas más
aquellas que imaginamos.
El mundo no está ahí afuera.
El mundo lo llevas dentro.
Lo imaginan apetencias;
lo conforma el pensamiento.
La existencia es como u hilo
con que entretejes la vida.
La trama es más luminosa
si la estampa la alegría.
La trama no es sólo tuya;
la trama es cosa de dos.
El telar es cosa tuya;
el hilo lo enhebra Dios.

(De Invitación al gozo)

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