lunes, 26 de marzo de 2012

La Anunciación

Bendita tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, le dice el ángel a María en esa especie de enunciado general que es el saludo angélico. Bendita tú porque has creído, le dice a María su prima santa Isabel. Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron, exclama una voz anónima desde el medio del gentío y que por anónima representa la voz de toda la Iglesia.
Bendecir a María es la manera más antigua y llana de dirigirse la gente a ella: Bendita me dirán todas las generaciones, había profetizado la misma María, como quien se anticipa a todos, en el himno que nos ha transmitido san Lucas.
La palabra que es Jesús, se humanizó en su carne. Es explicable que luego ella también escuchase la Palabra de Dios con fe profunda y la cumpliese diciendo sí una y otra vez, con su misma vida, al designio salvador del Padre. Por eso la bendice el ángel, por eso la bendice su prima santa Isabel, por eso la bendice esa mujer anónima del evangelio. Y por eso la bendecimos todos.
Bendigamos a Dios que nos dio a María y bendigamos a María que nos dio a Dios hecho uno de nosotros.


Reflexión: Un delfín muerto

Entre tantas noticias nefastas que muestran a menudo la insensibilidad de actitudes fanáticas de efecto letal, pongo por ejemplo, se cuela de pronto un dato alentador que habla alto de la correcta sensibilidad del hombre corriente bien educado. Un delfín aparece varado en la arena de una playa de Castellón. La persona que advierte tal adversidad, lo comunica al instante al Cuerpo de Seguridad local y la noticia salta a la prensa, dado el interés y el impacto que producirá en la gente la muerte deplorable de ese cetáceo amigo del hombre, al que todos hubiéramos deseado mejor suerte. Dámaso Alonso destacaba del delfín la suave curva de su salto elegante como enjabonado, o algo así decía él.


Rincón poético

LA ANCIANA EN LA SILLA

La anciana está sola y llora

con ella su soledad.
De niña tenía un aro
y una cuerda de saltar.
Dice a veces que no tiene
sentido seguir viviendo.
No adivina cómo sufre
la hija que lo está oyendo.
Y todo es igual que entonces,
la noche, el atardecer,
los ganados, el domingo,
las espigas y el laurel.
Sólo que el agua del río
que se fue, no volverá.
La anciana esta muy cansada
de vivirlo y esperar.

(De Invitación al gozo)

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