jueves, 4 de abril de 2013

Aparición en el Cenáculo



        En el pasaje anterior, los discípulos de Emaús declaran que, cuando caminaban con Jesús hacia el poblado, no le reconocieron porque tenían los ojos cerrados, y cuando le reconocen en el gesto de bendecir y partir el pan, se les abrieron los ojos.

     
    Tratar de ver con los ojos a Jesús divinizado por la resurrección, es tener los ojos cerrados, porque ahora es la fe el sentido divino de la percepción de Dios, la que nos permite ver a Jesús vivo otra vez. 
       Si llamamos perspicacia a la facultad de ver minuciosamente, podemos decir que la fe es también perspicaz de otra manera, porque ve más allá de las realidades tangibles, adivina lo que no se ve, pero presiente que es. No es otro el presentimiento de Juan ante el sepulcro vacío, esa corazonada que le revela la nueva presencia de Cristo resucitado. En el Cenáculo, lo ven todos, mediante el Espíritu.
Que Dios nos dé esa perspicacia que nos permita olfatear su presencia y encendamos nosotros una porción de amor de Dios, que es donde la fe se templa al fuego.


Reflexión

Daré la vida por ti

Pedro, siempre vehemente y efusivo, asegura rotundamente que no dudará en dar la vida por Jesús, quien conoce su veleidad y le desengaña al punto. No siempre las palabras, tan sumisas y fáciles de manejar, se encarnan en nuestra conducta con ese mismo coraje con que se dejan decir.
Son muy sufridas y no siempre fieles, porque no lo somos nosotros, que nos reflejamos en ellas. No hay que dudar con todo de la buena fe de Pedro al expresar su amor por Cristo. En ese momento, desbordado, lo hubiera dado todo por él. Así, al menos, lo veo yo.


Rincón poético

MUERTO Y RESUCITADO

Si Cristo vive y deslumbra
copiosa en su corazón
la luz resucitadora
del Espíritu de Dios,
al morir uno con él,
pues que no muere el amor,
¿qué no ocurrirá si estamos
en uno juntos los dos?
Vive quien muere del todo
para estar siempre con Dios.
La muerte a mí se me antoja,
en mi castillo interior,
que es un puente levadizo
cuya entrada da al Señor.
Morir a lo que no es él,
es la manera mejor
de ir esparciendo en las zarzas
las cenizas del dolor.

(De La apresurada ternura del almendro)

No hay comentarios:

Publicar un comentario