domingo, 21 de abril de 2013

El buen y el mal pastor


El amor del buen pastor a los suyos, se opone al trato desabrido que da el mal pastor  a sus ovejas. Jesús procede desde el servicio a los demás; es un objetivo que ocupara toda su vida, de modo que sus apóstoles, como quien hace su epitafio, resumen el hecho de Jesús diciendo que pasó su vida haciendo el bien a todos.
Es un pastor que conoce a sus ovejas y sus ovejas oyen su voz, que es como decir que hacen suyo el contenido de su enseñanza. Es éste el mejor indicativo de su calidad como buen pastor. Conocer de modo singular a todos y cada uno de sus seguidores, quienes a su vez identifican su voz al instante. Hay una perfecta compenetración entre él y sus seguidores, cuya condición no le es indiferente, sino que nos acepta tal como somos. 
Y si a un buen pastor le define su desinterés, el afán por valer más que los demás, tener más que los demás, caracteriza al mal pastor. Su egoísmo no le incita a servir a los demás; se vale de ellos. “No será así entre vosotros, dice Jesús a sus discípulos. El que entre vosotros quiera subir, que sea servidor de los otros, y les encarece, no he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida por vuestro rescate”
El servicio es la función primordial del buen pastor y ha de serlo de cuantos quieran ser como él. Aprendamos de las buenas maneras de Jesús.


Reflexión

La belleza de Dios

Dios pone en orden todas las cosas que crea, y a esa armonía que ornamenta el mundo lo llamamos belleza. Dios es bello por sí mismo y al crear deja el sello de su impronta en cuanto hace. Bello era el hombre, con una belleza trascendente reflejo de la divina, y vislumbres de ese esplendor brillan en lo hondo de la bondad, del bien, de la claridad que irradian sus verdades, de la paz que el mundo desconoce. La belleza de Dios es una de las esquinas de su formidable grandeza, porque su grandiosidad es inmensamente bella también. Su repudio de la violencia y del pecado, reside en la repugnancia que ocasionan la fealdad y la torpeza.


Rincón poético

EL LADO OCULTO DEL MISTERIO

Hay un cristal esmerilado
que desdibuja tus facciones.
No perciben los ojos
la esplendidez secreta, tus destellos.
Sabemos tu verdad, como conocen
la realidad los ciegos,
y hay que creer en ti tal como quedas
oculto en el fulgor de tus secretos.
Va a tentones la fe por los pasillos
de sus noches, cuando el desasosiego
apaga las estrellas con que Dios
clavetea la estampa de los cielos.
Lo importante es creer, saber que tú
nos das a oler apenas
el primor de una rosa que no vemos
La rosa está, porque su aroma
es la verdad palpable del misterio.
¿Dónde estás tu,
la rosa que va oculta en tus misterios? 
Auméntanos la fe, nuestro candil
con que a tu vuelta, mi Señor, saldremos.

( De El almendro en flor)

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