lunes, 8 de abril de 2013

La Anunciación

       Dios te salve, María, llena eres de gracia. Es así como saluda y bendice el ángel a María. Se bendice a María, porque la ha elegido Dios como Madre de su Hijo.
A María la bendicen todos. Además del ángel, la bendice su prima por haber creído; la bendice aquella mujer del pueblo que grita de entre la gente a Jesús, Bendito el vientre que te alumbró; ella misma adivina que todas las generaciones bendecirán su nombre: Todos me llamarán bendita.
Con el rezo del Avemaría la bendice la Iglesia, y con ella, cada uno de nosotros, usando asimismo las palabras del ángel, de una bendición de amor y de alabanza. Bendigamos a Dios que nos dio a María y bendigamos a María que nos dio a Dios hecho uno de nosotros. Y esto no sólo hoy, pero sobre todo hoy, con la bendición unánime de todos los santos y espíritus celestes.


Reflexión

¡Bendita tú!

Existe una cortesía que informa el amor, ya que el amor es siempre considerado. En ese orden de cosas, la Anunciación es una petición de manos. Dios, como dignísimo caballero, pide permiso a María para que sea su esposa, porque necesita de un vientre de madre virginal donde depositar la semilla de su Palabra. Y en el recuento que acaba de hacer, no hay ninguna tan honesta como ella. Y María, que sabe que el cielo se le viene encima, pero también entiende la singularidad salvadora del misterio, cierra los ojos, aprieta las manos,  y dice que sí. ¡Bendita tú, porque has creído!


Rincón poético

AVE MARÍA 

Dios te salve, María,
llena eres de cielo,
que Jesús ha anidado
en tu pecho.

El Señor es contigo.
Tan bendita te ha hecho
que conforma a su Hijo
en tu pecho.

Y pues quedas de Dios
tan henchida, en tus ruegos,
tennos siempre presente
en tu pecho.

(De La apresurada ternura del almendro)

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