sábado, 20 de abril de 2013

La carne y el espíritu


Jesús revela a sus discípulos que habrán de comer su carne, y muchos de ellos, escandalizados, se preguntan que quién cree lo que dice. Jesús, en la respuesta a la defección de algunos discípulos, hace saber que no es la carne, sino el espíritu quien da la vida, que es tanto como decir que no habla de su carne entendida materialmente, sino según el espíritu, ya que la carne no da vida.
En la eucaristía a Cristo lo recibimos vivo y realmente, porque el Espíritu que le hace presente en el altar es más real que la misma realidad material que percibimos con los sentidos.
Que el Espíritu de Jesús nos ilumine para no proceder precipitadamente como aquellos discípulos díscolos que le abandonaron.


Reflexión

La carne mata; el espíritu vivifica

Carne y espíritu conforman al hombre, según la cultura judía en la que creció Jesús. El espíritu nos conduce a la plenitud, porque se identifica con la capacidad de amar del hombre a Dios y al prójimo. Trabajar sólo para la carne, es equivalente a renunciar a los bienes que Dios, mediante su Espíritu, aporta al camino de nuestra salvación, dado que la carne mata, es mortal, en tanto que el espíritu vivifica, imagen del aliento de Dios..

Rincón poético

       ENTRA, SEÑOR

Abre, Señor, mi puerta, no te quedes
al relente, que el frío de la noche
no apague tus deseos
de estar entre los hombres.
Entra, Señor, mi casa es todo tuya. 
Arde en la chimenea
el trozo desmochado de un olivo
y en la mesa dispones
de pan de trigo, rubio como espiga
tostada al sol, y vino, amoratado
como los clavos de tu cruz sangrante.
La silla es de madera
de pino enrojecida por el tiempo,
austera, igual que tu palabra firme.
Caliéntate las manos tiritonas.
¡Que extraña sensación!
¡Un Dios, mi Dios, tan formidable,
tiritando a la puerta de mi casa!
La noche es traicionera;
no te me vayas lejos.. 
Escúchame, Señor:
mi puerta soy yo mismo,
mi corazón el fuego.
Sopesa bien tus preferencias;
pero si todavía 
has de tardar en decidir tu senda,
no dejes de decirme si te vas,
no dejes de decirme si te quedas.

(De El almendro en flor)

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