Es sintomático de estos hechos el movimiento azorado de cuantos gozan de estas primicias privilegiadas de sucesivos encuentros con Jesús, provocados por el paso súbito del no saber, a la sorpresa de toparse sin más con Cristo, vivo otra vez.
Reflexión
El capirote
En las procesiones de estos días, los cofrades van tocados con largos capirotes, gorros de forma cónica como cucuruchos. El capirote se le ponía a los reos haciendo recorrer la ciudad en borrica para su sonrojo y escarmiento ejemplar de la gente. No sé por qué razón a un tonto eximio se le llama tonto de capirote, si no es por la forma destacada de hacerle notar usando esa prenda. No le veo ni creo que exista alguna afinidad entre reo y tonto.
El capirote del cofrade tiene como singularidad que la tela que lo cubre baja hasta el pecho, en una muceta con la que queda oculto discretamente el rostro a la curiosidad de la gente.
Rincón poético
NOCHE OSCURA
Llegó al atardecer, muy poco a poco,
como llegan las horas,
como llega la luna,
pero la oscuridad fue tan espesa,
que al andar a tentones no sabía
si era verdad el río y su murmullo,
ese arrullo de besos que da el agua
al soplo de la brisa,
si eran verdad las piedras
de tropezar en el camino,
si era verdad la misma noche
negra como un fogón.
Y brillaron dos ojos,
y tuvo miedo. Un ramalazo
tembloroso de pánico
paralizó su sangre, y quedó inmóvil
mirando fijamente aquellas ascuas
amenazantes. No podía
gritar, llamar
al menos, ni decirle a nadie
que el miedo es un puñal en la garganta,
una maroma atada a puerto,
un ancla inconcebible
hincada en el abismo.
E inopinadamente,
el lobo se marchó. No tuvo agallas
para atacar a quien, presuntamente,
impertérrito, tuvo la osadía
de mantenerse firme y decidido
tanto tiempo ante él desafiante.
(De La verdad no tiene sombra)
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