viernes, 12 de abril de 2013

La multiplicación del pan



     El entorno de este signo milagroso intenta insinuarnos un claro significado eucarístico: se alude a la proximidad de la Pascua; antes de proceder a repartir el pan, Jesús lo bendice, como hará en el Cenáculo; y la abundancia de comensales y pan sobrante, significa la abundancia eucarística. Se ve así cómo este prodigio, desde antiguo, es uno de los símbolos cristianos más populares de la eucaristía, con la reproducción de un cestillo con panes y peces.
       El amor compasivo de Jesús pone en relación la multiplicación con el Cenáculo. Por amor, se compadece de aquellas gentes necesitadas de pan y por amor se queda entre nosotros en el pan del altar, necesitados de él. El prodigio es además una repuesta a la excusa de Felipe ante los problemas que plantea la necesidad ajena.
       Las excusas son confesiones de debilidad o desidia. Jesús nos enseña que el amor y la fe en Dios contribuyen eficazmente a dar con soluciones para con los demás que la indolencia no sabe prever.


Reflexión

El Cenáculo

El Cenáculo, donde el Señor se encarna en el pan y el vino y nos exhorta a  actualizar el memorial de su Pasión, ha sufrido una historia de agravios como Jesús mismo. Saladino, en el siglo VII, invade Palestina y los musulmanes convierten el sacrosanto lugar en mezquita. La pierden en la Guerra de los Seis Días, y los judíos se apresuran a apropiarse del lugar alegando gratuitamente que allí se guardan los restos del rey David, al tiempo que retienen el antiguo conventículo que los franciscanos tenían construido desde el siglo XIV.
Actualmente, los franciscanos mantienen un nuevo convento e iglesia adosados al Cenáculo.


Rincón poético

BUEN TIEMPO

Buen tiempo le llaman,
porque sale el sol
blandiendo su espada
como un campeón, 
porque los geranios
llenan el balcón,
rojos como llagas
sangrantes, en flor.
¡Qué hermosa es la vida,
reflejo de Dios!
A su semejanza
nos hizo el Señor, 
como cuando a un charco
lo ilumina el sol,
y nos encandila,
con su resplandor, 
mirarle a los ojos.
No lo mire yo.
Buen tiempo le llaman.
Sabe el corazón
tiempos de reír,
tiempos de dolor,
y hay un tiempo espléndido
sin comparación,
el de amar al hombre,
el de amar a Dios.
Sólo el que ama vive.
No hay tiempo mejor.

(De El almendro ha florecido)

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