domingo, 28 de abril de 2013

Última voluntad de Jesús:


Jesús prevé el desconcierto que con su muerte sobrevendrá sobre sus discípulos y les alienta a mantenerse firmes ante la adversidad. Que no tiemble vuestro corazón, les dice para alentarles. Y les adelanta el modo de lograrlo, creyendo firmemente: Creed en Dios, les dice, y creed en mi.
Una fe robusta a prueba de contratiempos, es un buen tutor para sobrellevar los obstáculos mas adversos. La fe es el escudo que hace valientes de los espíritus más débiles y decaídos. Si el hierro se templa al fuego, el carácter se fragua en el yunque de la fe, de modo que los martillazos más enérgicos le dan forma y consistencia.
En un momento tan perturbador, es enternecedor ver los modales de extrema delicadeza de Jesús en el trato con los suyos, en un discurso con que les da pautas para seguirle hasta donde él va. Pero, ¿qué camino es ése , si ni siquiera se sabe dónde va Jesús por él? Yo soy el camino, la verdad y la vida, responderá él. Mi enseñanza, las verdades con que he ilustrado vuestra fe, el amor que os tengo y habéis de tenerme a cambio, son el camino que habéis de andar, porque es el que he andado yo primero.
        Sigue el camino que va al Padre quien ama a Jesús y ama al prójimo con la medida del propio amor, teniéndole a él como ejemplo inmediato, definitivo y perfecto, limpio espejo en que mirarse, como él se ha mirado siempre en el Padre.

Reflexión

La luz de la vida y de la verdad

Jesús es la luz que nos vivifica, como se dice en el prólogo de san Juan, y asimismo es la luz de la verdad. Diríase que su verdad es vivificante y luminosa a un tiempo. Cuando Jesús dice que quien cree en él, no anda en tinieblas, está enseñándonos que la fe en sus verdades son luz que ilumina el camino que va al Padre por el camino que es él. De hecho, avisa  a sus discípulos que, para no desmoronarse cuando le vean crucificado, el remedio es creer. Creed en Dios; creed en mí.


Rincón poético













LA PALABRA NOS JUZGARÁ

Por tus palabras conocemos
la bondad infinita del Señor. 
Tus palabras nos dicen entrañables
verdades de tu amor.
¡Qué atrevimiento rechazarte,
ajenos al silbido de tu voz,
quienes desconocían
tu verdadera condición!
¿No saben que pronuncian tu palabra
los labios del Señor?
Tu verdad es la misma
verdad que sabe Dios.
Una verdad que puesta en pie
como un río de lava arrollador,
como la enhiesta luz de un faro 
o el grito de un volcán atronador,
alumbrará las nieblas del engaño, 
los embelecos de intento seductor, 
el disimulo, la doblez que trama 
la apariencia y el artificio engañador
que pisotea la autenticidad.
Tu palabra, Señor, 
que desoyeron displicentes
ha de juzgarles en compensación.
Sé clemente con ellos.
No los mires, Dios mío, tal cual son.
Míralos con los ojos compasivos
con que trataba al hombre tu perdón. 

(De El almendro en flor)

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