El texto de este pasaje consta de dos partes en claro contraste. En la primera, los discípulos de Jesús, desconcertados porque, a los tres días de la muerte de Jesús, todavía no ha resucitado, caminan hacia Emaús con él, sin percatarse de su realidad divina.
Durante la cena, el signo conocido por ellos que hace el viajero de bendecir el pan, despierta en ellos la fe en su persona resucitada, cuando ya no está, porque la fe es creer lo que no vemos. Y sin más, acuden jubilosos a testimoniar lo que han visto, ante los demás discípulos. Y es que al reconocimiento, sigue el testimonio y difusión de lo que la fe acaba de descubrir.
Reflexión
La piedra que cerraba el sepulcro
Camino del sepulcro, las santas mujeres temían no poder correr la piedra que cerraba la entrada del sepulcro. Los sepulcros judíos, excavados en la roca, quedaban sellados por una piedra redonda de gran tamaño que había que rodar para acceder a la estancia interior donde descansaban los restos del difunto. Su notable envergadura es lo que hizo sospechar a las mujeres que no conseguirían dejar la puerta franca. Afortunadamente, una misteriosa mano solícita lo había hecho por ellas.
Rincón poético
NO TE VAYAS YA NUNCA
Jesús, ya estás de nuevo
entre nosotros;
te han visto tus amigos
llenos de asombro.
No te vayas ya nunca
de nuestro entorno.
Tu ausencia atenazaba
de miedo a todos;
pero has vuelto; te vimos
llegar de pronto
y tamaña sorpresa
nos dejó atónitos.
Para que nunca acabe
nuestro alborozo,
escucha mi plegaria.
Jesús piadoso:
Ya que has vuelto de nuevo
tan luminoso,
no te vayas ya nunca
de entre nosotros.
(De La apresurada ternura del almendro)
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