miércoles, 24 de abril de 2013

Jesús, figura y palabra del Padre


El padre envía a su Hijo al mundo para justificarlo y darse a conocer. Jesús no habla por hablar ni sus palabras son ruido de palo. Revela muy seriamente lo que el Padre quiere hacer saber al hombre. Y no hay diferencia entre lo que el Padre quiere y busca Jesús, porque hay total identidad entre ambos, de modo que quien le escucha a él, escucha al Padre, quien le ve a él, ve al Padre, quien le sigue a él, cumple la voluntad del Padre, de quien es imagen fiel.
Sus palabras, nacidas del corazón de Dios, iluminan y dan vida y calor, como la luz del sol calienta y vivifica las cosechas. Quien renuncia a escuchar su voz, se hunde en las tinieblas de su propia muerte. Somos libres de optar por él o por la estrechez de nuestras limitaciones, pero en todo caso, somos responsables de nuestras determinaciones, y la sabiduría de la divina palabra será el estrado de nuestro juicio. 
Entre el amor y el egoísmo, el amor brilla con todos sus atractivos. El amor es el mayor y más bello de todos los prodigios. También en eso nos hizo Dios a su imagen y semejanza.


Reflexión

Carne y sangre como alimento del nuestra vida espiritual

El que coma de la carne de Cristo y beba su sangre, será resucitado por él. La carne de que hemos de alimentar nuestra espiritualidad es la realidad de Cristo, con quien debemos identificaros, encarnarlo en nosotros; la sangre es el misterio de su muerte y resurrección, que hay que creer para resucitar a Cristo en nosotros. Y en todo caso, es el Espíritu de Cristo quien nos vivifica con tan admirable sacramento.


Rincón poético

      MI CAMINO

Qué fácil es, cuando la noche
guarda en su delantal luna y estrellas,
perder el polvo humilde del camino;
pero el camino está.
Qué fácil no encontrarte
cuando la luz se apaga
y no alcanza la fe, tambaleante,
a recobrar el tino.
No saber donde estás, deja confusa
la senda al caminante,
si adelanta o regresa,
si se acerca o desvía.
Tu verdad es la luz; la incertidumbre,
la inconsistencia del camino.
Dime por donde queda 
el tuyo y dónde estás. Te necesito
como la caracola el mar.
Alimenta mi fe con tus bondades.
Encenderé mis noches más cerradas
a fuerza de creer, si vas conmigo.

(De El almendro en flor)

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