Jesús está dando fin a la obra que le ha encomendado el Padre y en esta ocasión convierte sus propios gestos en parábola, lavando los pies a sus discípulos, mientras les recomienda que se muestren siempre humildes y serviciales.
Es ése uno de los temas que con más interés inculca Jesús a sus discípulos. La vida del seguidor de Cristo se fragua en el servicio, porque, como él, somos para los demás. Quien se reserva para sí y se prefiere a sí mismo, no puede ver a Jesús en los ojos y las manos indigentes de los otros, ya que no sabe amar, y quien no sabe amar no es ni siquiera humano, y quien no es humano, no es de Cristo, que se humanó y se dio todo entero por amor.
Procuremos nosotros no parecernos a quienes consideran el servicio a los demás una indignidad o una bajeza. Servir es amar, y el amor es lo que engrandece toda buena disponibilidad.
Reflexión
Mi vida entrañada en la de Cristo
Juan en su evangelio nos hace ver el proceso de nuestro entrañamiento en Cristo. Alimentarnos comiendo y bebiendo el cuerpo y la sangre de Cristo resulta una expresión aberrante para quien se empeña en entenderla literalmente. Nos alimenta espiritualmente la realidad de Cristo mediante la participación de su vida, comulgando con él e injertando nuestra vida en la suya, al modo como se alimenta él mediante la vivencia del Padre. Cristo vive para, por y con el Padre; nosotros hemos de vivir para, por y con su Hijo, lo que avala prologar nuestra realidad espiritual más allá de nuestra muerte, resucitando con él.
EN TU MISMO FUEGO
Aunque no alcance nunca a columbrar del todo
la intensidad con que nos quieres,
aunque no logre imaginar
tu bondad sin orillas, aunque absorto
me maraville al entrever,
traspuesto, mi Señor, por el asombro,
con cuánto amor nos amas y con cuánto
te hemos de amar nosotros,
no es posible medir tu amor sin tasa
ni amarte de tal modo
que alcance a ser del tuyo
una sombra, pero es más fácil todo
amando con tu mismo amor, reflejo
del fogonazo de tu amor al rojo.
Prende el tuyo en mi sangre, en mis latidos,
en mi voz , en mis ojos.
Brasa tuya seré,
tea en tu fuego y ascua en tu rescoldo.
(De El almendro en flor)
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