sábado, 13 de abril de 2013

Tú tienes palabras de vida eterna

         A muchos discípulos de los que suelen acompañarle y que buscan en él un mesías victorioso sobre el poder invasor, la prédica de Jesús de índole espiritual no les cuadra y se escandalizan de lo que, de tejas abajo, carece de sentido para ellos. Jesús habla de comer y beber no materialmente, pero ellos lo toman al pie de la letra y escandalizados, optan por dejarlo. 
        A Jesús le duele que sus seguidores más inmediatos le abandonen con tanta frivolidad porque no son entendidas sus palabras en su justo sentido, y pregunta a los que quedan, sin disimular su enfado, si no le abandonan ellos también. La afortunada respuesta de Pedro es tranquilizadora: Tú tienes palabras de vida eterna. 
       Las verdades de Jesús desvelan misterios, como aquí el misterio eucarístico. Y se entiendan o no, no pasarán. Son eternas.

Reflexión

Creer y amar a Dios en nuestra interioridad


https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQfEeBtN9zrApMhCdEA7mmzKaivtdoFMdzXzM6ZQ4em6yyCg3yMwWH_P6Qj35oapnKkUWjdv8r0JMxmCTHQrv2sCqFOjMe_n9sqgu-i4wFu2eK_Smu7ljjymjoqsGAcTu5uXTve4o814nC/s1600/Palabras+b%C3%ADblia.jpg    Una lectura de Ortega me ha suministrado un vértice desde donde pensar lo que uno tiene ya asumido desde otros puntos de vista. Según él las cosas que contemplamos no son un valor; tienen valores. Lo que ayer estimábamos en mucho, hoy ha perdido su encanto, porque ese encanto no está ahí, sino en nosotros. Un cuadro que nos llama la atención, no es bello; somos nosotros quienes sentimos la belleza. A un perro ese cuadro no le dice nada, porque no siente como nosotros. Y cuando la sensibilidad musical no ha sido educada, una sonata de Beethoven no dice nada a un hombre rudo.
  De igual suerte, la fe en Cristo no es objetiva. A unos nos llena; a otros les deja vacíos. Creemos o no creemos desde nuestra manera de interiorizar a Cristo en nuestra vida y apreciar ese bien incalculable. Al fin, no son los ojos, sino la fe la que perfila el amor de Dios en nuestro ánimo.
Rincón poético

         SALMO 114

¿Por qué se aparta asustadizo el mar?
¿Por qué el Jordán, aguas arriba,
retrocede perplejo y cauteloso?
¿Por qué saltan los montes, las colinas,
como salta travieso el cervatillo?
Es que dirige grave hacia su pueblo
sus pasos silenciosos el Señor.
¡Se ha puesto en pie!
¡Tiemble ante su semblante luminoso
el orbe, porque él rompe y desmenuza
las mismas piedras, él exprime,
con mano poderosa, el pedernal,
para alumbrar torrentes,
para volcar fontanas en la arena!
¡Se ha puesto en pie el Señor! ¡Tiemble la tierra!


( De El almendro florecido)

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