El refranero es un espacio textual indefinido donde van a parar aquellos dichos proverbiales con que el pueblo sintetiza sus experiencias de la vida diaria, a veces de manera cazurra, y con honda sabiduría siempre. Los refranes no son de nadie en concreto; son un bien mostrenco, y su número nadie lo sabe. E igualmente, su temática, tan rica, que resulta casi inclasificable.
Los hay muy socorridos, como los que pronostican el tiempo y sus circunstancias: - En agosto, miel y mosto. Abril abrilero, cada día dos aguaceros. Febrero venga lluvioso, aunque salga rabioso.
Los hay socarrones: -Para las cuestas arriba quiero mi burro, que las cuestas abajo yo me las subo-, ironiza el aprendiz de arriero.
Sentenciosos: - A Dios rogando y con el mazo dando-, censura el genio popular, sobre el holgazán que está a verlas venir y espera que alguien le saque las castañas del fuego.
Pragmáticos: - El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra-, denuncia el sabio criterio sobre quien se muestra desprevenido a la hora de sortear los mismos peligros o evitar los mismos resbalones día tras día.
Saber usarlos oportuna y acertadamente es todo un arte. Sancho, incorregible, los hilvanaba disparatadamente a sabor de su voluntad y D. Quijote se indignaba.
El Libro de los Proverbios es el refranero de Dios, donde la divina Sabiduría enseña sensatez al insensato y cordura a todos por igual. Es tan denso el acervo de dichos que contiene, que resulta difícil una selección representativa de la sustancia del libro. Sobre la pereza, leo al azar: -Vinagre en los dientes y humo en los ojos; así es el mensajero perezoso para quien lo envía-. Sobre la diligencia en el trabajo, dice así: - Amontonar en verano es de hombre sensato; dormir en la cosecha es de hombre despreciable-. Contra la avaricia, no se muestra menos expresivo: - Hay quien sabe gastar y va a más; y hay quien ahorra y ahorra más y más, y va cada vez a menos-.Y al contraponer la bondad a la malicia, resuelve así: - La luz de la bondad ilumina espléndidamente; la lámpara de la perversidad tiembla hasta extinguirse.
El contraste paralelístico es la estructura preferida en la expresión de estos saberes, desde el concepto básico de que hay un supremo bien, la bondad de Dios y su sabiduría divina. Es la misma estructura que emplea la poética de los salmos, Palabra de Dios, al fin.
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