miércoles, 24 de marzo de 2010

la tertulia y el café


El café es bebida imprescindible no sólo en el ámbito doméstico con que se inauguran las primeras luces del día, bien que aliñado con su correspondiente proporción de leche y pastelería. El café se ha convertido en centro de tertulianos en el recogido local en que se expende, la cafetería, la humeante cafetería coronada con esa cálida niebla azul que despiden los cigarros, de modo que de protagonista de la animada camaradería en la reunión habitual, ha pasado a ser pretexto de encuentro amistoso entre compañeros y allegados o de transacción comercial entre socios.
Similar cometido social vienen desempeñando el cigarro puro de alto coste o el humilde cigarrillo, cómplices y afines a tan degustada bebida. Degustada digo, porque el café, un buen café negro, ha de paladearse como a empujoncitos, a pequeños sorbos, como un buen coñac seco al que a veces acompaña, y su calidad varía según países productores y el punto exacto del tueste a que es sometido por manos expertas.
En origen, proviene de una frutilla redonda de color rojo y sabor dulzón, de cuyo hueso, convenientemente tostado y molido, se obtiene el café.
Se trata, pues, de ritos sociales de que gustan rodearse el compañerismo y la amistad.
Me he olvidado del azúcar. Dicen que los buenos catadores prescinden de él. Yo no lo soy entonces; a mi me gusta el blanco amargor del azúcar.

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