miércoles, 31 de marzo de 2010

El bofetón cobarde


La bondad del inocente, conculcada absurdamente por la arbitrariedad y la injusticia, elige a veces amargos cauces de muy expresiva queja.
- Muchas cosas buenas hice entre vosotros. ¿Por cuál de ellas me abofeteáis?- acusa Jesús con amarga ironía.
Sutilmente les está reprochando la inconsecuencia del atropello de que es objeto. No le castigan por acción reprobable alguna. Luego le hieren por el presunto delito de ser inocente. Una burla que define las extravagancias y abusos de la opresión, sobre todo cuando es ejercida de manera subalterna y servil.
Es en el papel bastardo de los criados del poder donde la debilidad de la autoridad firma sus dislates. Esa mano tontamente agresiva que abofetea a quien tiene las suyas atadas, no hubiera procedido así entre la gente, cuando Jesús enseñaba en el templo o levantaba del lecho, entre la admiración popular, el cuerpo inerte de un tullido. Esa mano sucia cuenta ahora, para su propia vergüenza, con el respaldo cobarde de la fuerza.
Duele ese bofetón improcedente y déspota más que el peso intolerante de la cruz. La cruz salva. El bofetón condena el corazón sin brío del cobarde.

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