A diferencia nuestra, llevar un nombre u otro no le es indiferente a un judío. Al nombre le atribuyen una significación y una intención muy acusada. Así, si Jesús significa el que salva, Juan viene a ser tanto como Dios da gratuitamente. Por eso, tiene tanta importancia asignarle a un recién nacido un nombre u otro y se comprende que disientan sus padres al momento de la circuncisión.
Antes de nacer Juan, el misterio planea ya sobre ese niño concebido de modo prodigioso, como un don de Dios, y de ahí el significado del nombre. Se adivina ya que relevante el designio de Dios sobre él, en los albores del Reino que adviene. Pronto se encenderá la llama de la Buena Nueva. Es obvio que se refieran a él proclamando que La mano de Dios está con él.
Una bella imagen. La mano de Dios. De manera muy semejante, Jesús dirá un día que los signos prodigiosos con que Dios resalta lo que él hace, son obra de sus divinos dedos.
La mano del hombre es hábil y hermosa ya de por sí, y da significativa expresividad a nuestras palabras. La mano de Dios, además, es signo de poder y misericordia. Con ella nos hizo, con ella nos perdona, y nos empuja a pequeños empujones, a andar por sus caminos, que son caminos de generosa gratuidad, como proclama el nombre de Juan: Dios da gratuitamente, sin esperar nada a cambio.
Ojalá que la espléndida mano de Dios, rica en dones, mantenga siempre la sombra de sus manos sobre nosotros.
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