Nada queda del Real Convento de San Francisco en Zaragoza fue fundado a instancias del infante D. Pedro, hermano de los reyes D. Alfonso III, D. Jaime II y D. Fadrique de Sicilia e hijo de D. Pedro el Grande y Dª Constanza. Muerto en el cerco de Mayorga, en Tordehumos, fue enterrado, pro propia lo había dispuesto en su testamento, en “su convento de Zaragoza, donde se ve su magnífico sepulcro. Fundación real, al fin, explica que en su iglesia figuraban mausoleos de las familias de más alta alcurnia como los infantes D. Sancho y Dª. Isabel, sus hijos y los de su mujer Dª. Teresa de Entenza. Yacía allí igualmente el cuerpo de la reina Dª. Teresa de Entenza, primera mujer de D. Alfonso IV, como mostraba la efigie de su sepultura. Igualmente, dormían allí los restos del infante D. Fernando, en un sepulcro de mármol situado en el presbiterio, enfrente de la puerta que daba a la sacristía. No olvidemos tampoco la memoria del santo religioso que fue fray Francisco de Aragón, 1480, cuyos restos guardaba igualmente la iglesia.
Fueron muchos los religiosos de este convento acreditados por muchos modos, como, por la santidad de sus vidas o la profundidad de sus conocimientos, el venerable Juan de Aragón, confesor de Pedro IV y Arzobispo de Callera, a quien se considera hijo eximio de este convento, porque aquí se formó, confesor del rey D. Pedro IV. Se le tiene por el apóstol milagroso de Bosnia y Croacia, donde ejercía su ministerio por los años de 1340. Y es igualmente destacable la memoria de uno de los músicos más celebrados de la península, músico ciego, fray Pablo Nasarre, nacido en Zaragoza en 1664, discípulo de Pablo Bruna de Daroca, cuyas obras sobre técnica compositiva, como Escuela Música según la práctica moderna, alcanza calidad de obra enciclopédica, maestro a su vez de grandes organistas de capilla.
No sólo contaba con el beneficio del arrimo real el Real Convento. El mismo rey Alfonso II, tomó “bajo su amparo a todos los conventos de Aragón y la Corona, y les daba la franqueza y la salvaguardia para cuanto se les ofreciera”, como nos recuerda el historiador José A. Hebrera
No estuvo exenta, con todo, la fundación del convento de reservas y dilaciones, por la enconada oposición que ofrecieron los Jurados y Consistorio de la ciudad al traslado de los religiosos del antiguo convento al del Coso, justo en el lugar llamado las Huertas del rey, contienda en la que no se duda en apelar a Roma, hasta que interviene y resuelve tan reñida contienda de un plumazo la mano recia del rey D. Pedro el Grande de Aragón, que además patrocina personalmente la fundación: “Y desde ahora nos instituimos y declaramos Patrono de dicho lugar, por especial gracia y amor que tenemos a los religiosos”, declara paladinamente el rey en su decreto que se pregonó en toda la ciudad. Es justamente el infante D. Pedro, hijo de D. Pedro el Grande, quien determina la fundación del convento el año 1282, concluido en 1286.
Entre los personajes insignes que han morado en sus claustros figuran los mismos infantes D. Pedro IV de Aragón y su hermano D. Jaime, Conde de Urgel, hijos de D. Alfonso el Benigno y Dª. Teresa de Entenza, que, muerta la reina, hubieron de sufrieron la animosidad de Dª. Leonor de Castilla, con quien casa el rey en segundas nupcias.
Nombrado rey de Aragón D. Pedro IV, gratificaría con esplendidez al convento donde había convivido gratamente con los religiosos de la comunidad franciscana, cuando ejercía el cargo de guardián fray Francisco Caballero.
El convento pasó momentos críticos como ocurre con la guerra de los Pedros, cuando, tomada la ciudad de Tarazona por los castellanos, la iglesia estuvo a punto de ser demolida por los hombres de armas que se preparaban para defender Zaragoza, a fin de evitar que el adversario se hiciera fuerte en sus muros. La estrategia militar aconsejaba el derribo de las dos puertas de la iglesia, la que da al Coso y la lateral. De hecho, torres y edificios próximos al Ebro, fueros derribados sin dilación.. Durante el tiempo que dura la epidemia de la peste de 1340, convento e iglesia sufren el abandono de los frailes durante once años Eran los años de 1338 . Al regreso de los religiosos, fue el esforzado fray Juan de Tauste, quien emprenda la obra de reconstrucción del edificio.
Las interminables obras de la iglesia se había comenzado el año 1286, y se le dio fin en el año 1399.
La Historia del Real Convento es en muy buena parte la historia de la Provincia franciscana de Aragón, centro espiritual que nutrió de espiritual bonaza a otros muchos conventos de España. Y es que los avatares que han conmovido los cimientos de este convento, han hecho historia.
De este convento de Zaragoza surgirían los religiosos que, ganosos de una mayor fidelidad a la observancia evangélica, fundarían el primer convento observante en Manzanera, Teruel, el año 1378: fray Raimundo Sanz, fray Sancho de Fababuj y fray Antonio Monrós.
La guerra de la Independencia de 1808 deja asolado en muy buena parte el edificio conventual; persiste todavía la esbelta torre mudéjar de la iglesia, de tres cuerpos, donde se aprecia la nave central de la iglesia y sus dos cuerpos laterales para la capillas que quedan entre los tramos que forman los contrafuertes, y el portal de entrada al convento, coronado con tres torrecillas igualmente mudéjares, como patentiza un gravado de la época, donde todavía se aprecian restos de la Cruz del Coso situada frente a la fachada del convento. En la siguiente embestida de las tropas invasoras, la obra desoladora de las minas francesas para romper el cerco es total. De sus ruinas, saldrá un convento nuevo, que prolonga su existencia hasta 1835, en que Mendizábal decreta lamentablemente su extinción. ¿Dónde están su riquísimo archivo, su biblioteca insustituible, sus antiguas obras de arte, sus restos memorables?
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