Jesús, en las aguas del Jordán, al dejarse bautizar por Juan, recibe del Padre la unción del Espíritu divino que le inviste como mesías, Hijo de Dios. Esta unción le capacita para instaurar el Reino, cuyos poderes se manifiestan en la sinagoga, el corazón de Israel, pugnando con las fuerzas del mal. Ese Espíritu que desde ahora le dictará hechos y palabras, es el mismo que, en Matero, le lleva al desierto, en un pasaje que funge como prólogo y eje temático de su evangelio, donde Jesús releva a Adán, restaurando el orden pervertido por el pecado, signo de un pulso incesante con el mal y con cuantos le representan saliéndole al encuentro para tentarle y hacerle caer. Es un incesante pugilato entre dos reinos, el de la divinas bondad y el de la perversidad siempre combativa.
Y en ese incómodo itinerario, ostentan la más ridícula inversión de valores quienes, astutamente, se empeñan en interpretar el signo que es el envío de Jesús como obra del diablo. Es el colmo fariseo de la ceguera y mala voluntad.
Y le piden un signo al que lo es de evidentísima manera. ¡Qué difícil es abrirles los ojos a quien, en defensa contra la luz, los cierra obcecado!
jueves, 31 de marzo de 2011
miércoles, 30 de marzo de 2011
Quien cumpla los mandamientos será grande ante Dios
Los mandamientos son la expresión amorosa de los divinos deseos, a los que ha de atenerse cuidadosamente el hombre. Son palabra determinante de la conducta humana y Jesús las suscribe y expone, ahondando en su sentido más pleno.
Es ésta una de las veces en que la seriedad de Jesús se pronuncia ásperamente, y es que la voluntad de Dios es la suya y el cumplimiento de sus mandatos está en el centro de toda espiritualidad. ¿Quién más que Jesús puede desear que se tome en serio las cosas de su Padre y que sus afanes informen toda conducta humana?
Mostrar Dios sus mandamientos al hombre, es como abrirle el pecho de su intimidad para que palpe y pulse los latidos de su corazón. Amemos ese relicario del amor de Dios que son sus mandamientos, que es tanto como amar la bondad infinita de su corazón.
Es ésta una de las veces en que la seriedad de Jesús se pronuncia ásperamente, y es que la voluntad de Dios es la suya y el cumplimiento de sus mandatos está en el centro de toda espiritualidad. ¿Quién más que Jesús puede desear que se tome en serio las cosas de su Padre y que sus afanes informen toda conducta humana?
Mostrar Dios sus mandamientos al hombre, es como abrirle el pecho de su intimidad para que palpe y pulse los latidos de su corazón. Amemos ese relicario del amor de Dios que son sus mandamientos, que es tanto como amar la bondad infinita de su corazón.
martes, 29 de marzo de 2011
Setenta veces siete
Pedro, noblote él y siempre espontáneo, está dispuesto a perdonar, porque así lo enseña Jesús. ¿Pero cuánto? Porque todas las cosas tienen un límite y no hay que exagerar. Él entiende que perdonando alguna que otra vez, siete veces, por ejemplo, ya va bien. El siete es una cifra que otorga perfección a lo que se cuenta con ella. Y Jesús, para quien el perdón es una forma valiente de amor a todos, le viene a responder que el amor no tiene lindes ni ribazos que lo contengan, y en consecuencia, hay que perdonar siempre, setenta veces siete, dice textualmente Jesús retrucando a Pedro, el de los siete perdones y ni uno más.
No siempre es fácil, porque tampoco lo es siempre el amor, que alcanza cotas de compromiso en más de una ocasión. Pero el amor es hermosos. Y aun más hermoso saber perdonar a tiempo, generosamente.
No siempre es fácil, porque tampoco lo es siempre el amor, que alcanza cotas de compromiso en más de una ocasión. Pero el amor es hermosos. Y aun más hermoso saber perdonar a tiempo, generosamente.
lunes, 28 de marzo de 2011
Tumulto en Nazaret
Podemos decir que, a nivel local, Jesús fue desterrado por los suyos, desterrado de su propio pueblo y de su propia familia. Todo lo que Jesús les ha dicho es que, faltos de fe en su persona, corren el riesgo de que el don de su palabra y de su gracia lleguen a trasvasarse a otras personas consideradas habitualmente extrañas, como saben ellos y él les recuerda que sucedió con Naamán el Sirio o la viuda de Sarepta.
Ni qué decir tiene que siguen sin creer en él, y airados, tratan de despeñarlo por unos ribazos abruptos. Les habita la cólera, que es el veneno del corazón, y se dejan llevar por el satanismo del crimen colectivo, donde la responsabilidad, difusa, queda desdibujada y la conciencia, ofuscada, no se deja inculpar. Son los velados subterfugios en que se embosca la hipocresía.
¿Y qué hace Jesús, zarandeado por un cerco de manos crispadas dispuestas a todo? Se escabulle y se va, se va para siempre. Han eliminado un estorbo, a alguien que les incrimina. Tristemente, no saben que son ellos los que quedan desamparados de la mano de Dios.
Ni qué decir tiene que siguen sin creer en él, y airados, tratan de despeñarlo por unos ribazos abruptos. Les habita la cólera, que es el veneno del corazón, y se dejan llevar por el satanismo del crimen colectivo, donde la responsabilidad, difusa, queda desdibujada y la conciencia, ofuscada, no se deja inculpar. Son los velados subterfugios en que se embosca la hipocresía.
¿Y qué hace Jesús, zarandeado por un cerco de manos crispadas dispuestas a todo? Se escabulle y se va, se va para siempre. Han eliminado un estorbo, a alguien que les incrimina. Tristemente, no saben que son ellos los que quedan desamparados de la mano de Dios.
domingo, 27 de marzo de 2011
Jesús y la samaritana
Bajo un sol abrasador, Jesús, que además está cansado, tiene sed y se sienta junto a un pozo, el pozo de Jacob. Llega airosa con un cántaro apoyado en la cadera una mujer samaritana y Jesús le pide agua. La samaritana queda sorprendida de que un judío le dirija la palabra. No es lo habitual. Y le increpa a Jesús.
Juan crea entonces aquí un clima conflictivo evidente en el diálogo, a doble nivel de significación, entre el lenguaje de corte espiritual de Jesús, que trasciende el sentido mostrenco de las cosas, y el de la samaritana, de corto vuelo, que da a sus palabras el sentido doméstico habitual. No es posible entenderse, porque es como si hablasen idiomas distintos.
Los cuadros dialógicos de Juan son siempre dramáticos, por eso. Pero el conflicto, al final, tendrá un desenlace feliz, cuando la mujer empiece a conocer y entender a Jesús y le manifieste su deseo, ella también, de beber del agua que hace cristianos. Y hay un hecho muy significativo: al descubrir la condición mesiánica de Jesús, se convierte en testigo entusiasta de su presencia, presentando ante todos el beneficio de su divino hallazgo.
Conocer a Jesús y no hablar de él impresionados, no tiene razón de ser. Descubrir a Jesús es empezar a amarlo, y el amor no puede dejar de ser expansivo, porque el que ama, ama jubilosamente. Que lo diga la samaritana, esta mujer desenvuelta y experimentada a la que le sobran maridos, pero no tiene nombre. Ha dejado en blanco su firma, para dar cabida a cuantos la palabra incisiva de Jesús nos sacude el alma y nos devuelve conversos a Dios.
¡Quién no tiene sed de Jesús!
Juan crea entonces aquí un clima conflictivo evidente en el diálogo, a doble nivel de significación, entre el lenguaje de corte espiritual de Jesús, que trasciende el sentido mostrenco de las cosas, y el de la samaritana, de corto vuelo, que da a sus palabras el sentido doméstico habitual. No es posible entenderse, porque es como si hablasen idiomas distintos.
Los cuadros dialógicos de Juan son siempre dramáticos, por eso. Pero el conflicto, al final, tendrá un desenlace feliz, cuando la mujer empiece a conocer y entender a Jesús y le manifieste su deseo, ella también, de beber del agua que hace cristianos. Y hay un hecho muy significativo: al descubrir la condición mesiánica de Jesús, se convierte en testigo entusiasta de su presencia, presentando ante todos el beneficio de su divino hallazgo.
Conocer a Jesús y no hablar de él impresionados, no tiene razón de ser. Descubrir a Jesús es empezar a amarlo, y el amor no puede dejar de ser expansivo, porque el que ama, ama jubilosamente. Que lo diga la samaritana, esta mujer desenvuelta y experimentada a la que le sobran maridos, pero no tiene nombre. Ha dejado en blanco su firma, para dar cabida a cuantos la palabra incisiva de Jesús nos sacude el alma y nos devuelve conversos a Dios.
¡Quién no tiene sed de Jesús!
sábado, 26 de marzo de 2011
A propósito de la parábola del hijo pródigo
Se nos dice en la parábola del hijo pródigo que solían acercarse a Jesús, para oírle, publicanos y pecadores, y que a distancia, escribas y fariseos, agazapados en un segundo plano, le criticaban entre sí porque le veían alternar amigablemente con publicanos y pecadores. La parábola va dirigida precisamente a ellos, y si bien se mira, es como una escenificación de aquel otro pasaje de la vocación de Leví, donde dice Jesús que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Allí se enuncia el tema; aquí lo comenta Jesús de modo más conflictivo y dramático
No era Jesús un mesías belicoso, ungido con la cólera del diluvio o Sodoma, que exterminaría ceñudo a los pecadores, como soñaba la clase dirigente de la religiosidad hebrea. ¿Dónde quedaban los predicadores de la divina misericordia? El amor, en cambio, desarma a Jesús, que viene sin otra espada que la de su palabra compasiva para con menesterosos y pecadores. Un mesías así decepciona a escribas y fariseos. ¿Qué puede esperarse de él? Un mesías débil, indefenso, inerme, no entusiasma a nadie. Pero ese mesías sin otros haberes que su bondad, vencerá definitivamente al mundo desde la sangre derrotada de su muerte. El amor mata gigantes.
No era Jesús un mesías belicoso, ungido con la cólera del diluvio o Sodoma, que exterminaría ceñudo a los pecadores, como soñaba la clase dirigente de la religiosidad hebrea. ¿Dónde quedaban los predicadores de la divina misericordia? El amor, en cambio, desarma a Jesús, que viene sin otra espada que la de su palabra compasiva para con menesterosos y pecadores. Un mesías así decepciona a escribas y fariseos. ¿Qué puede esperarse de él? Un mesías débil, indefenso, inerme, no entusiasma a nadie. Pero ese mesías sin otros haberes que su bondad, vencerá definitivamente al mundo desde la sangre derrotada de su muerte. El amor mata gigantes.
viernes, 25 de marzo de 2011
La anunciación
Este pasaje del anuncio y concepción de Jesús en la casi transparente carne de María, aunque redactado por Lucas, es la primitiva Iglesia quien se lo ofrece en una primera redacción anónima que él acepta y acomoda a su proyecto evangélico particular.
Se nos dice que María era una joven virgen. Qué menos que una Madre de Dios tuviera que serlo, por más que aleguen algunos que la virginidad contradice el ideal femenino de la mujer judía, temerosa siempre de una horrorosa esterilidad que le imposibilitaría ser madre. Pero es que ser Madre de Dios es cosa muy distinta y lo vale todo.
La divina creación de Jesús, obra de excepcional del Espíritu Santo, requería, como de una cuna intacta, del seno virginal materno, ya que quien nacía hombre, no dejaba de ser Hijo de Dios. Hasta las teologías ajenas del momento, arropaban esa misma divina conveniencia común, como una urgencia de lo más natural.
No necesitamos nosotros de tales apoyaturas. Nos basta la palabra de Dios y la exquisitez de los labios del ángel. Recordemos, si acaso, que las manifestaciones angélicas, en el lenguaje bíblico, siguen todas un mismo patrón que se cumple también aquí. Hay primero una repentina aparición de un ángel que sorprende a María con un saludo que no deja de ser inesperado e insólito; el ángel aquieta cortésmente el ánimo de María, no es cosa de ponerse a temblar; se enuncia el mensaje; hay una alegación de María, antes de dar su aquiescencia, para concienciarse de lo que está ocurriendo, a todas luces increíble; y el ángel, antes de emprender vuelo hacia los umbrales de Dios, confirma su mensaje con un signo.
¡Dios te salve María! - le dijo el ángel. ¡Dios te salve María! ¡El Señor está contigo!.¡No dejes nunca de estar tú con nosotros!
Se nos dice que María era una joven virgen. Qué menos que una Madre de Dios tuviera que serlo, por más que aleguen algunos que la virginidad contradice el ideal femenino de la mujer judía, temerosa siempre de una horrorosa esterilidad que le imposibilitaría ser madre. Pero es que ser Madre de Dios es cosa muy distinta y lo vale todo.
La divina creación de Jesús, obra de excepcional del Espíritu Santo, requería, como de una cuna intacta, del seno virginal materno, ya que quien nacía hombre, no dejaba de ser Hijo de Dios. Hasta las teologías ajenas del momento, arropaban esa misma divina conveniencia común, como una urgencia de lo más natural.
No necesitamos nosotros de tales apoyaturas. Nos basta la palabra de Dios y la exquisitez de los labios del ángel. Recordemos, si acaso, que las manifestaciones angélicas, en el lenguaje bíblico, siguen todas un mismo patrón que se cumple también aquí. Hay primero una repentina aparición de un ángel que sorprende a María con un saludo que no deja de ser inesperado e insólito; el ángel aquieta cortésmente el ánimo de María, no es cosa de ponerse a temblar; se enuncia el mensaje; hay una alegación de María, antes de dar su aquiescencia, para concienciarse de lo que está ocurriendo, a todas luces increíble; y el ángel, antes de emprender vuelo hacia los umbrales de Dios, confirma su mensaje con un signo.
¡Dios te salve María! - le dijo el ángel. ¡Dios te salve María! ¡El Señor está contigo!.¡No dejes nunca de estar tú con nosotros!
jueves, 24 de marzo de 2011
Lázaro y el rico epulón
Esta parábola es como el lago donde las figuras de la realidad que se refleja
en su superficie azul, aparece con sus formas invertidas. Es un recurso que propicia la figura del contraste , tan frecuente en el evangelio. El rico Epulón que deniega
tender la mano al desventurado pordiosero, será quien, desposeído de todo,
tenderá sus brazos en vano hacia Lázaro en demanda de un mísero refrigerio que
también se le denegará.
Es una llamada de atención ante la sanción justiciera que impone el rigor de las ley del Talión. Por más que no es el conflicto dramático del relato en sí lo que
importa, sino el aviso que trasciende de él, que pretende llamar a tiempo a la
puertadesdeñosa de quienes miran con orgullosa displicencia la extrema privación de que adolece el menesteroso.
Se nos está reclamando que nos desprendamos con pronta alegría de lo que pueda aliviar la tristeza de
quienes, investidos como Jesús de su pobreza, se nos acercan, a veces avergonzados, para pedirnos un trozo
humilde de pan.
en su superficie azul, aparece con sus formas invertidas. Es un recurso que propicia la figura del contraste , tan frecuente en el evangelio. El rico Epulón que deniega
tender la mano al desventurado pordiosero, será quien, desposeído de todo,
tenderá sus brazos en vano hacia Lázaro en demanda de un mísero refrigerio que
también se le denegará.
Es una llamada de atención ante la sanción justiciera que impone el rigor de las ley del Talión. Por más que no es el conflicto dramático del relato en sí lo que
importa, sino el aviso que trasciende de él, que pretende llamar a tiempo a la
puertadesdeñosa de quienes miran con orgullosa displicencia la extrema privación de que adolece el menesteroso.
Se nos está reclamando que nos desprendamos con pronta alegría de lo que pueda aliviar la tristeza de
quienes, investidos como Jesús de su pobreza, se nos acercan, a veces avergonzados, para pedirnos un trozo
humilde de pan.
miércoles, 23 de marzo de 2011
La sombra de la cruz es alargada
Tres veces afirma Jesús, en Mateo, su ineludible condición mortal. La tercera, a todos sus discípulos, presuntos testigos de lo que todavía no entienden, por más que lo habrán de asumir. Jesús les precede con increíble decisión.
Y de pronto, Santiago y Juan, desviando insensibles la atención hacia su exclusivo provecho, cometen el dislate de solicitar codiciosos un lugar preeminente en los cielos junto a Jesús, quien mantiene todavía en la mente, como ascua, la imagen temblorosa de su muerte.
Los discípulos se quedan pasmados. Sería de ver los ojos asombrados de todos. Jesús sosegadamente recupera al punto su discurso, para invitarles a beber de las heces amargas del cáliz que a él le está reservado. Y seguidamente, se acoda en la incoherente ocurrencia de su dos discípulos para recordarles a todos que no es la codicia de la excelencia ni del poder, sino el servicio desinteresado a los demás, lo que ha de presidir su quehacer evangélico entre los hombres.
Y les haría ver que también es alargada la sombra de la cruz.
Y de pronto, Santiago y Juan, desviando insensibles la atención hacia su exclusivo provecho, cometen el dislate de solicitar codiciosos un lugar preeminente en los cielos junto a Jesús, quien mantiene todavía en la mente, como ascua, la imagen temblorosa de su muerte.
Los discípulos se quedan pasmados. Sería de ver los ojos asombrados de todos. Jesús sosegadamente recupera al punto su discurso, para invitarles a beber de las heces amargas del cáliz que a él le está reservado. Y seguidamente, se acoda en la incoherente ocurrencia de su dos discípulos para recordarles a todos que no es la codicia de la excelencia ni del poder, sino el servicio desinteresado a los demás, lo que ha de presidir su quehacer evangélico entre los hombres.
Y les haría ver que también es alargada la sombra de la cruz.
martes, 22 de marzo de 2011
Humilde rsatrojo en vida
La humildad, como una joya insignificante, es bella y atractiva, incluso para los que no la practican. Este pasaje es un elogio miniado de la humildad, desde una triple referencia a al comportamiento poco edificante de los fariseos. A Jesús le duele que no sean coherentes con la belleza de lo que enseñan, que entorpezcan el camino del bien y la verdad, desde una enseñanza casuística no fácilmente practicable que ellos rehuyen, y que doren de vanidad lo que debiera ser humilde y desinteresado servicio a Dios.
Proceder con humilde talante es primicia de glorificación futura. Quien quiera ver crecida y enhiesta su fronda ante Dios, que aprenda a agacharse, que no se deje notar, humilde rastrojo en vida.
Proceder con humilde talante es primicia de glorificación futura. Quien quiera ver crecida y enhiesta su fronda ante Dios, que aprenda a agacharse, que no se deje notar, humilde rastrojo en vida.
lunes, 21 de marzo de 2011
No juzaguéis....
Amar al otro comporta respetarlo como nos respeta Dios. Él, que ha hecho al hombre libre inspirándose en calidades de su propia condición divina, respeta exquisitamente la libertad del hombre, a veces con encomiable paciencia, sin interferirse su conducta. ¡Pero cuesta tan poco emitir un juicio sobre otro, a veces de manera apresurada e inconsistente! Jesús mismo dice que no ha venido a juzgar. Cuánto más debemos abstenernos nosotros de someter a juicio a los que él evita condenar.
No se trata de evitar darnos cuenta de las cosas y eventos de cada día o de no valorarlas en su justa medida, sino de que nos percatemos de la gravedad de tachar a las personas con remoquetes condenatorios, arrogándonos facultades que corresponden sólo a Dios.
Y a fin de que aprendamos a calibrar el alcance de nuestra osadía, Jesús nos recomienda que nos pongamos en el lugar del otro a quien empujamos sin rubor por las pendientes del descrédito. No juzguéis, y no seréis juzgados.
domingo, 20 de marzo de 2011
Elías y la mesianidad de Jesús
Jesús desecha en varias ocasiones las tradiciones que propalan los hombres, paralelas a la Escritura. La Escritura es palabra de Dios; las tradiciones, palabra de hombre.
Esas tradiciones avisaban de que Elías regresaría al mundo de los vivos a preparar la venida del Mesías. Los discípulos de Jesús, entre dos fuegos, no siempre saben a qué atenerse, y un día le proponen a Jesús sus reparos. Si él es el Mesías, ¿qué es de Elías, a quien nadie ha visto aún? Jesús , que no admite dicha cooperación, les responde que es Juan quien ha desempeñado el papel supuestamente atribuido a Elías.
En la Transfiguración, la figura de Elías corrobora con su presencia el misterio salvador de Jesús, verdad inconcusa que los discípulos son reacios a admitir. Esa es toda su colaboración, contribuir a que los discípulos entiendan el misterio de la salvación que Jesús les ha revelado, para lo que dialoga familiarmente con él, compenetrado con sus verdades. No es poco.
Esas tradiciones avisaban de que Elías regresaría al mundo de los vivos a preparar la venida del Mesías. Los discípulos de Jesús, entre dos fuegos, no siempre saben a qué atenerse, y un día le proponen a Jesús sus reparos. Si él es el Mesías, ¿qué es de Elías, a quien nadie ha visto aún? Jesús , que no admite dicha cooperación, les responde que es Juan quien ha desempeñado el papel supuestamente atribuido a Elías.
En la Transfiguración, la figura de Elías corrobora con su presencia el misterio salvador de Jesús, verdad inconcusa que los discípulos son reacios a admitir. Esa es toda su colaboración, contribuir a que los discípulos entiendan el misterio de la salvación que Jesús les ha revelado, para lo que dialoga familiarmente con él, compenetrado con sus verdades. No es poco.
sábado, 19 de marzo de 2011
San José el carpintero
José es una pieza de inexcusable relieve en el misterio de Jesús, una tesela en tan bello mosaico. José no es su padre; hace sus veces, y para ejercer como tal, ocupa el lugar de Dios. Nunca un hombre se vio en trance tan extremo y apretado, porque Dios es inconmensurable y en realidad no admite sustitución humana posible. Digamos entonces que hace lo posible por darle a Jesús un padre a su medida humana, para que él sea en lo posible como cualquier otro niño, ya que se ha encarnado en María para ser un hombre como cualquier otro hombre. La gente no sabe nada de todo esto y reconoce vulgarmente a Jesús como el hijo del carpintero. Es decir, remedando a san Pablo: el Hijo de Dios se despoja de todo su divino esplendor y anonadado, se convierte de buenas a primeras en el hijo del carpintero, un hijo que le tiene prestado Dios. ¡Cuántas veces lo meditarían José y la misma María mientras barría silenciosa y cabizbaja las virutas del taller!
La calidad de José como padre está fuera de toda duda. Ni qué decir tiene que si Dios eligió para su Hijo a la mejor de todas las mujeres, igualmente le puso en adopción en el mejor de todos los padres.
José, por divino consejo, le asigna el nombre que ha de llevar ya siempre, derecho que le asiste como padre; le reconoce legalmente como hijo suyo, con lo que le garantiza su ascendencia davídica; le inicia en el conocimiento de la divina palabra, por más que Jesús sea la misma Palabra de Dios, un pequeño y bello lío que no sabemos cómo desenredó José para entenderse; él le lleva a la sinagoga los sábados, en cumplimiento de lo establecido, de modo que, camino de la misma, por el centro de la calle, precede a Jesús y María; le sigue Jesús, y detrás de los dos, va María.
En la sinagoga, María, como mujer que es, no puede hablar ni rezar. Lo hacen por ella José y Jesús, mediadores inigualables suyos ante Dios.
Un día, ya adulto Jesús, a José, ya cumplido su cometido, le llega el momento de cerrar su carpintería y entregar su dignísima vida a Dios, en brazos de María y asistido por Jesús. Nadie tuvo jamás tanta luz en tan oscuro trance. Hoy le rezamos nosotros a él para que nos depare una buena muerte. Que así sea.
La calidad de José como padre está fuera de toda duda. Ni qué decir tiene que si Dios eligió para su Hijo a la mejor de todas las mujeres, igualmente le puso en adopción en el mejor de todos los padres.
José, por divino consejo, le asigna el nombre que ha de llevar ya siempre, derecho que le asiste como padre; le reconoce legalmente como hijo suyo, con lo que le garantiza su ascendencia davídica; le inicia en el conocimiento de la divina palabra, por más que Jesús sea la misma Palabra de Dios, un pequeño y bello lío que no sabemos cómo desenredó José para entenderse; él le lleva a la sinagoga los sábados, en cumplimiento de lo establecido, de modo que, camino de la misma, por el centro de la calle, precede a Jesús y María; le sigue Jesús, y detrás de los dos, va María.
En la sinagoga, María, como mujer que es, no puede hablar ni rezar. Lo hacen por ella José y Jesús, mediadores inigualables suyos ante Dios.
Un día, ya adulto Jesús, a José, ya cumplido su cometido, le llega el momento de cerrar su carpintería y entregar su dignísima vida a Dios, en brazos de María y asistido por Jesús. Nadie tuvo jamás tanta luz en tan oscuro trance. Hoy le rezamos nosotros a él para que nos depare una buena muerte. Que así sea.
viernes, 18 de marzo de 2011
Habéis oído decir----
Con la irrupción del reino en el mundo, hay dos modos divergentes de conducirse: según la ley que practican e interpretan escribas y fariseos, y según el evangelio que predica Jesús, empeñado en llevar la ley a su culmen y cumplimiento. Así, donde se preceptuaba no matar, se incluye también la de considerar con exquisita bondad la vida ajena, evitándole al prójimo todo atisbo de injuria y maltrato.
Hay un principio escrito entre líneas: El prójimo es un hermano; nunca un extraño. Más que esa ley de mínimos -yo no robo ni mato-, hay que sembrar de amor el corazón. Desaparecerá entonces como por ensalmo todo atisbo de odio.
Hay un principio escrito entre líneas: El prójimo es un hermano; nunca un extraño. Más que esa ley de mínimos -yo no robo ni mato-, hay que sembrar de amor el corazón. Desaparecerá entonces como por ensalmo todo atisbo de odio.
jueves, 17 de marzo de 2011
Prosigue aquí esa antinomia entre modos de rezar contrapuestos. Los paganos, desde un concepto mágico de una fe mítica, usan fórmulas cuya ineficacia les obliga a tachar por inútiles. No es así como reza el seguidor de Cristo. El hombre de fe ha de dirigirse a Dios confiado, con simplicidad y perseverancia, a sabiendas de que él escucha atento y atiende solícito nuestras necesidades, porque conoce de antemano nuestra precariedad.
No dudemos de la eficacia de la oración; dudemos de la inseguridad con que rezamos, porque el que busca, encuentra.
No dudemos de la eficacia de la oración; dudemos de la inseguridad con que rezamos, porque el que busca, encuentra.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Un signo
Piden un signo distantes y desdeñosos. Recabar un sigo fehaciente de Dios, no es tentarle si la actitud del que necesita esa confirmación divina es tan noble y prudente como la de María, dispuesta a entender el misterio al que se le invita a tomar parte. Y si Jesús hombre es el signo al que hace referencia el anuncio del reino, sucede entonces que a quienes, dando de lado displicentes a ese signo y su palabra, redundan en pedir otro a su medida que les satisfaga, es obvio que Jesús les desaire advirtiendoles que no hay más signo que el que él, enviado0 de Dios, encarna en su persona, porque esa actitud farisea sí es reprobable.
Sordos y ciegos caminan quienes, encandilados por sus propios prejuicios, no se detienen a escuchar ni a envolver en una mirada amable las gracias con que Dios nos encamina por entre las sombras que desdibujan sus verdades. Ajaz, avisado y temeroso, se negó a pedir un signo para no tentar a Dios.
Sordos y ciegos caminan quienes, encandilados por sus propios prejuicios, no se detienen a escuchar ni a envolver en una mirada amable las gracias con que Dios nos encamina por entre las sombras que desdibujan sus verdades. Ajaz, avisado y temeroso, se negó a pedir un signo para no tentar a Dios.
martes, 15 de marzo de 2011
Rezar bien no es parlotear locuaz y desatinadamente, como cotorra que chacharrea sin sentido ni objeto. La sinceridad en el rezo implica comedimiento y una correcta disposición a ser oído, ajustando las palabras a lo que se quiere decir, dejando hablar a los labios no tanto como al corazón.
El Padrenuestro es un pequeño mosaico de breves deseos, modelo de concisión y sentido, que lo dice todo. La Iglesia, a su vez, en sus oraciones, sigue un esquema muy simple que comprende invocación, una motivación que impulsa y dispone a orar y la expresión de lo que se desea, poniendo a Jesús como intermediario ante el Padre.
Recemos breve y naturalmente meditando lo que decimos y la razón amorosa en que nos apoyamos para decirlo. A Dios se le habla con franqueza y sencillez; no se le abruma. Lo dice Jesús.
El Padrenuestro es un pequeño mosaico de breves deseos, modelo de concisión y sentido, que lo dice todo. La Iglesia, a su vez, en sus oraciones, sigue un esquema muy simple que comprende invocación, una motivación que impulsa y dispone a orar y la expresión de lo que se desea, poniendo a Jesús como intermediario ante el Padre.
Recemos breve y naturalmente meditando lo que decimos y la razón amorosa en que nos apoyamos para decirlo. A Dios se le habla con franqueza y sencillez; no se le abruma. Lo dice Jesús.
lunes, 14 de marzo de 2011
La última puerta
Jesús ha ido desarrollando su enseñanza como quien teje cuidadosamente un tapiz pleno de motivos y matices. Con inmediatez a este momento definitivo, ha encarecido el beneficio vigilante de las lámparas siempre a punto, la solicitud en el negocio espiritual de administrar nuestros cometido, la urgencia de da cumplido rendimiento a los dones recibidos, porque el tiempo es siempre escaso y concluye sin avisar, y la mano de Dios pondrá a cada uno en el destino eterno que se haya labrado para bien o para mal.
Aciertos y desvíos son la llave que nos abrirá la última puerta que, cerrada luego, nunca más se abrirá. Y hay una divisa que distinguirá a unos de otros, el favor o indiferencia ante las necesidades de nuestros coetáneos. No hay otras luces desplegadas en nuestro horizonte, la noche o el día.
Aciertos y desvíos son la llave que nos abrirá la última puerta que, cerrada luego, nunca más se abrirá. Y hay una divisa que distinguirá a unos de otros, el favor o indiferencia ante las necesidades de nuestros coetáneos. No hay otras luces desplegadas en nuestro horizonte, la noche o el día.
domingo, 13 de marzo de 2011
El bien y el mal cara a cara
El pasaje de las tentaciones es un tira y afloja, un pulso tirante entre la pertinacia de la maldad tentadora, siempre artera, siempre emboscada en la mentira, y la bondad seria e imperturbable de Jesús. En realidad es un regreso al paraíso, desmantelado por el desafuero de Adán, recuperada la antigua inocencia ahora por Jesús, que desarma la perversidad diabólica rescatando la dignidad del hombre. Tres veces, como quien conculca la maldad para siempre. El número tres en el lenguaje bíblico es signo perfecto de la divina grandeza.
Para Mateo, este pasaje es como un prólogo y anticipo de la pugna dramática que van a mantener enconadamente, a lo largo de todo el evangelio, las intrigas del mal y los poderes del reino. El mal, significado en todos los ardides y pruebas tentadoras que tenderán a Jesús sus adversarios de recalcitrante manera, junto a la bondad, patente en la recuperación de posesos, curaciones de desvalidos y la enseñanza justificadora de Jesús, culminarán en el fracaso aparente de Jesús en la cruz y su resurrección triunfante y gloriosa en las manos del Padre
Para Mateo, este pasaje es como un prólogo y anticipo de la pugna dramática que van a mantener enconadamente, a lo largo de todo el evangelio, las intrigas del mal y los poderes del reino. El mal, significado en todos los ardides y pruebas tentadoras que tenderán a Jesús sus adversarios de recalcitrante manera, junto a la bondad, patente en la recuperación de posesos, curaciones de desvalidos y la enseñanza justificadora de Jesús, culminarán en el fracaso aparente de Jesús en la cruz y su resurrección triunfante y gloriosa en las manos del Padre
sábado, 12 de marzo de 2011
Para ser de Jesús
Respondiendo de inmediato a un gesto expresivo de Jesús, Leví, publicano que ejerce en la aduna de Cafarnaún, como si lo estuviera esperando ansioso, lo deja todo y le sigue.
Hay en ese pasaje evangélico una doble invitación: la de Jesús con que induce a Leví a que se sume al grupo de sus elegidos, y en compensación, la de Leví, que celebra gozoso su elección con un convite al que asisten, además de Jesús, sus colegas de profesión y un grupo amistoso de conocidos.
Hay también dos planos o áreas de acción, porque está la de los fariseos, siempre al fondo de toda repulsa. Censuran que Jesús elija y comparta mesa con los que le necesitan. Ellos no están con nadie. No están con los pecadores a quienes Jesús trata de rescatar, ni están con Dios, pues rechazan al Hijo.
Hay que dejarse elegir a tiempo. Propiciarlo incluso para que se dé la mutua elección. La sola elección de Jesús desata ya la alegría infinita de estar con él.
Hay en ese pasaje evangélico una doble invitación: la de Jesús con que induce a Leví a que se sume al grupo de sus elegidos, y en compensación, la de Leví, que celebra gozoso su elección con un convite al que asisten, además de Jesús, sus colegas de profesión y un grupo amistoso de conocidos.
Hay también dos planos o áreas de acción, porque está la de los fariseos, siempre al fondo de toda repulsa. Censuran que Jesús elija y comparta mesa con los que le necesitan. Ellos no están con nadie. No están con los pecadores a quienes Jesús trata de rescatar, ni están con Dios, pues rechazan al Hijo.
Hay que dejarse elegir a tiempo. Propiciarlo incluso para que se dé la mutua elección. La sola elección de Jesús desata ya la alegría infinita de estar con él.
viernes, 11 de marzo de 2011
La alegría de los amigos de Dios
Con el ayuno, fariseos y discípulos de Juan urgen a Dios para que instaure el reino de Dios entre los hombres. Sólo que el reino de Dios ya ha llegado de la mano del Hijo en quien Dios tiene todas sus complacencias.
No se percatan de ello, porque les falta el olfato de Dios, ese sutil presentimiento de su presencia intangible, pero real.
Jesús les desengaña declarando que no guardan luto los que celebran como unas nupcias la nueva alianza entre Dios y los hombres, sino que el reino ya instaurado invita a dar saltos de alegría.
¿Por qué no afanarse, entonces, por dar con las llaves de la fe, que abren a todos las puertas misteriosas del reino?
No se percatan de ello, porque les falta el olfato de Dios, ese sutil presentimiento de su presencia intangible, pero real.
Jesús les desengaña declarando que no guardan luto los que celebran como unas nupcias la nueva alianza entre Dios y los hombres, sino que el reino ya instaurado invita a dar saltos de alegría.
¿Por qué no afanarse, entonces, por dar con las llaves de la fe, que abren a todos las puertas misteriosas del reino?
jueves, 10 de marzo de 2011
El Hijo del hombre ha de morir
Dos puntos de observación nos sirven para poner de relieve la grandeza imponderable del misterio de la salvación. San Pablo enuncia el primero: Dios, a fin de salvar al hombre, se despoja de su condición divina para investirse de la del hombre, aparcando el infinito esplendor de su gloria, que no cabe en el desvalido corazón del hombre. El segundo nos lo propone Mateo: El Hijo de Dios que es Jesús, deja apuñalar su vida para habilitar con su sangre la naturaleza caída del hombre y habitarla con su espiritual presencia.
Sus discípulos, anonadados, no acaban de entender. No se imaginan sometido al sufrimiento al Hijo de Dios. Quieren lo mejor parta Jesús y no saben que lo mejor es cumplir la voluntad del Padre.
Sus discípulos, anonadados, no acaban de entender. No se imaginan sometido al sufrimiento al Hijo de Dios. Quieren lo mejor parta Jesús y no saben que lo mejor es cumplir la voluntad del Padre.
miércoles, 9 de marzo de 2011
Miércoles de ceniza
La cuaresma aparece herida en la frente por la tentación. Es el primer paso, a la par de Jesús, hacia la luz inmarcesible de la Pascua, y ya hay una piedra afilada y negra en la pendiente del camino.
La tentación es un arrumaco diabólico y cobarde para seducir con taimado fingimiento la debilidad del hombre. Su cara es sonriente y femenina. Pende como un fruto fascinante del árbol de la mentira. Es la misma mentira emboscada en la persuasión, lejos de toda reflexión meditada y razonable. Bien mirado, el intento engañoso de la tentación ofende y ensucia el ajeno cristal de la inteligencia, creada por Dios para alimentar verdades; su propósito es, pues, pernicioso, fraguado en el charco podrido de la perversidad.
Tentar a Jesús es la más sucia de todas las añagazas, el más atrevido de todos los delitos. Jesús es la misma Verdad, adornada con las virtudes afines de la sinceridad, la humildad, la transparencia propia de los sencillos de corazón.
Vencer la tentación es ungir las propias debilidades con el dedo en sangrentado de Jesús, vencedor de la muerte en la cruz.
La tentación es un arrumaco diabólico y cobarde para seducir con taimado fingimiento la debilidad del hombre. Su cara es sonriente y femenina. Pende como un fruto fascinante del árbol de la mentira. Es la misma mentira emboscada en la persuasión, lejos de toda reflexión meditada y razonable. Bien mirado, el intento engañoso de la tentación ofende y ensucia el ajeno cristal de la inteligencia, creada por Dios para alimentar verdades; su propósito es, pues, pernicioso, fraguado en el charco podrido de la perversidad.
Tentar a Jesús es la más sucia de todas las añagazas, el más atrevido de todos los delitos. Jesús es la misma Verdad, adornada con las virtudes afines de la sinceridad, la humildad, la transparencia propia de los sencillos de corazón.
Vencer la tentación es ungir las propias debilidades con el dedo en sangrentado de Jesús, vencedor de la muerte en la cruz.
martes, 8 de marzo de 2011
Una mentida taza de fe
¿Por qué titubea tan lábilmente la fe del hombre? El padre del niño vapuleado por su propia histeria, confiesa que cree, pero su fe es dubitativa a veces. Y cuando son los mismos discípulos de Jesús quienes, a pesar de la proximidad con él y de todo lo que tienen visto, creen sin demasiada convicción, Jesús no disimula su decepción. Se diría que no sabe ya qué hacer para que crean de todas todas. Y contra su inoperancia aduce que lo puede todo quien tiene fe. Algo falla entonces evidentemente. Falla nuestro aliento, que no se nutre del espiritual de Dios, cuando nos bastaría una simple tacita de fe.
La fe nos une a Dios, en quien creemos, siempre y cuando creamos con determinante firmeza. Y es que hay además un recurso para acrecentar esa enclenque medida de fe que merma nuestra dudosa consistencia: la oración, ese lugar donde la fe y Dios se encuentran y entrecruzan sus manos cariñosamente. Es en buena parte lo que hace el buen padre: confesar paladinamente a Jesús la debilidad de su fe. Es un bien comienzo. Conocerse, saberse. Y desde ahí, tratar de acendrar nuestra confianza vacilante en Dios, nutrir nuestro credo.
Señor, creo, pero es que apenas puedo todavía.
La fe nos une a Dios, en quien creemos, siempre y cuando creamos con determinante firmeza. Y es que hay además un recurso para acrecentar esa enclenque medida de fe que merma nuestra dudosa consistencia: la oración, ese lugar donde la fe y Dios se encuentran y entrecruzan sus manos cariñosamente. Es en buena parte lo que hace el buen padre: confesar paladinamente a Jesús la debilidad de su fe. Es un bien comienzo. Conocerse, saberse. Y desde ahí, tratar de acendrar nuestra confianza vacilante en Dios, nutrir nuestro credo.
Señor, creo, pero es que apenas puedo todavía.
lunes, 7 de marzo de 2011
La parábola como recurso dialéctico
Los evangelios nos dicen que Jesús hablaba en parábolas a la gente. Sucede que, en alguna ocasión, recurre a la parábola para dirigirse también a los mismos sumos sacerdotes, escribas y ancianos.
La parábola es sugerente y exige del oyente descifrar su sentido oculto, lo que supone un ejercicio añadido de reflexiva atención. Se llega al seno de la parábola como en espiral, recapacitando. Enfrentarse a los dirigentes religiosos del pueblo es un riesgo muy alto y peligroso, y la parábola ofrece una forma un tanto apagada y menos frontal, más oblicua e indirecta, de señalar con el dedo la gravedad del comportamiento destructivo de tales personajes para con los designios de Dios. Con todo, para oyentes tan principales, una acusación de esa envergadura, por velada que sea, tiene calidades de provocación, de modo que ellos no disimulan un primer intento airado de echarle mano al audaz predicador, medida que dilatan al punto por prudencia; la gente está con él.
Jesús ha corrido el riesgo porque entiende que hay que avisarles de la aberración que les ciega, por más que sabe que cantarles las verdades del barquero es como avivar carbones escondidos en la ceniza de la ira. Jesús lo sabe; Jesús sabe que está encareciendo su muerte. Y el caso es que ese gesto atávico de prenderle los sacerdotes, tiene muy mal cariz. Uno se sobrecoge. ¿Qué pensarían estremecidos los apóstoles?
La parábola es sugerente y exige del oyente descifrar su sentido oculto, lo que supone un ejercicio añadido de reflexiva atención. Se llega al seno de la parábola como en espiral, recapacitando. Enfrentarse a los dirigentes religiosos del pueblo es un riesgo muy alto y peligroso, y la parábola ofrece una forma un tanto apagada y menos frontal, más oblicua e indirecta, de señalar con el dedo la gravedad del comportamiento destructivo de tales personajes para con los designios de Dios. Con todo, para oyentes tan principales, una acusación de esa envergadura, por velada que sea, tiene calidades de provocación, de modo que ellos no disimulan un primer intento airado de echarle mano al audaz predicador, medida que dilatan al punto por prudencia; la gente está con él.
Jesús ha corrido el riesgo porque entiende que hay que avisarles de la aberración que les ciega, por más que sabe que cantarles las verdades del barquero es como avivar carbones escondidos en la ceniza de la ira. Jesús lo sabe; Jesús sabe que está encareciendo su muerte. Y el caso es que ese gesto atávico de prenderle los sacerdotes, tiene muy mal cariz. Uno se sobrecoge. ¿Qué pensarían estremecidos los apóstoles?
domingo, 6 de marzo de 2011
Los viñadores asesinos
Jesús sabe de antemano quiénes le van a matar. Son, además, los que entorpecen la pronta implantación del reino entre los hombres, oponiéndose a la enseñanza y palabra de Jesús, que es palabra de Dios. En su nombre, torpemente, impiden que Dios se establezca entre ellos en la persona de su Hijo. Y están convencidos de que obran bien y no dudan de matar santamente y tiran piedras impunes a su tejado, porque no ven más allá de sí mismos. Han perdido el olfato de Dios, esa sutil intuición espiritual que discierne su presencia como la mano que percibe palpitante el pulso en la muñeca del paciente.
Jesús es audaz. Hay que desengañarles de tan peligrosa equivocación y les hace frente arriesgando su vida. La parábola de los viñadores asesinos es una acusación palmaria, y ellos comprenden indignados su sentido al punto y deciden echarle mano. El miedo a sus seguidores, que son multitud, lo impide. Pero las espadas quedan en alto.
Jesús es audaz. Hay que desengañarles de tan peligrosa equivocación y les hace frente arriesgando su vida. La parábola de los viñadores asesinos es una acusación palmaria, y ellos comprenden indignados su sentido al punto y deciden echarle mano. El miedo a sus seguidores, que son multitud, lo impide. Pero las espadas quedan en alto.
sábado, 5 de marzo de 2011
Las promesas
No sólo a Abrahán se le hicieron promesas. Jesús, a quien se vacíe de todo por él, le tiene reservado la crecida promesa del ciento por uno.
La promesa es un concepto histórico que configura el talante gozosamente esperanzado del que abre camino hacia la satisfacción de su cumplimiento. Y además de ser compañera de la historia, da sentido y firmeza a esa trayectoria, ya que lleva impresa una finalidad trascendente. Es lo más parecido a un ideal que precede e ilumina el presente como una estrella desde la posibilidad de ser hecho realidad un día venturoso.
El pueblo de Israel es el pueblo de la promesa; nosotros, además de ser madera de ese tronco bendecido por Dios, gozamos de las que Jesús puso en la frente de nuestro camino que es él. Una promesa que más que comprometerle con el hombre, compromete la fidelidad del hombre con él.
Alfombremos el camino que encauza nuestros pasos hacia quien está ansioso de llevar a cabo sus promesas.
La promesa es un concepto histórico que configura el talante gozosamente esperanzado del que abre camino hacia la satisfacción de su cumplimiento. Y además de ser compañera de la historia, da sentido y firmeza a esa trayectoria, ya que lleva impresa una finalidad trascendente. Es lo más parecido a un ideal que precede e ilumina el presente como una estrella desde la posibilidad de ser hecho realidad un día venturoso.
El pueblo de Israel es el pueblo de la promesa; nosotros, además de ser madera de ese tronco bendecido por Dios, gozamos de las que Jesús puso en la frente de nuestro camino que es él. Una promesa que más que comprometerle con el hombre, compromete la fidelidad del hombre con él.
Alfombremos el camino que encauza nuestros pasos hacia quien está ansioso de llevar a cabo sus promesas.
viernes, 4 de marzo de 2011
La hemorroisa y la hija de Jairo
La curación casi conjunta de la mujer sangrante y la devolución de la vida a la hija de Jairo, nos dejan ver la fuerza del reino como energía destructora del sufrimiento, en su doble vertiente, la del escarnio de la vida que es la enfermedad y la de ese otro temblor oscuro que deja tras de sí el portazo de la muerte.
La hemorroisa es caso aparte. La permanente impureza que comporta el hilo sangrante de su dolencia, cuyas inútiles curas la han empobrecido, le impide tomar parte en el culto y ejercer el matrimonio. Jesús ha sido su último y acertado recurso. Pero tendrá que cambiar su concepto mágico de la divinidad por la creencia en la mano verdadera de Dios, en ese mar naufragado que es el doliente itinerario de Cristo por entre los hombres hacia la salvación.
A la hija del Jairo, es la fe del padre la que mueve el corazón tierno de Jesús, que tiene debilidad por los que alimentan su confianza en él con las astillas de sus penas y desvalimientos. El dolor es la pobreza radical del hombre, sombra de la cruz que un día ocupará Cristo, rompeolas de todos los sufrimientos del mundo.
La hemorroisa es caso aparte. La permanente impureza que comporta el hilo sangrante de su dolencia, cuyas inútiles curas la han empobrecido, le impide tomar parte en el culto y ejercer el matrimonio. Jesús ha sido su último y acertado recurso. Pero tendrá que cambiar su concepto mágico de la divinidad por la creencia en la mano verdadera de Dios, en ese mar naufragado que es el doliente itinerario de Cristo por entre los hombres hacia la salvación.
A la hija del Jairo, es la fe del padre la que mueve el corazón tierno de Jesús, que tiene debilidad por los que alimentan su confianza en él con las astillas de sus penas y desvalimientos. El dolor es la pobreza radical del hombre, sombra de la cruz que un día ocupará Cristo, rompeolas de todos los sufrimientos del mundo.
jueves, 3 de marzo de 2011
Bartimeo el ciego de Jericó
Está la ceguera y oscuridad de los sentidos, está la ceguera mental, tan abstrusa a veces, y muy cerca de ésta, la ceguera del alma, sumida en la noche opaca de la falta de fe e incluso de la mala fe.
Atento sólo a Cristo, que es la luz que sueñan sus ojos, la fe de Bartimeo es una fe sin miramientos. Una fe puntual, porque Jesús pasa de largo y hay que sorprenderlo a tiempo. Todo lo demás no cuenta o cuenta poco. Nada importa lo que digan los demás, que le quieren hacer callar. Cree en Jesús de irrefutable manera, necesita de él, y en él es donde hallarán sus ojos la luz que necesitan.
Una fe ardiente como la de Bartimeo puede hacerse palabra, y es la intensidad desaforada con que grita, lo que consigue que Jesús se detenga a oírle. El mar de palmeras de Jericó presenció el prodigio. En ese instante, son los demás los que ahora callan, porque está hablando Jesús.
Ojala que la fe de los cristianos se aproximara a la de Bartimeo en todo trance. Sabemos que tenemos que confesar a Cristo en toda circunstancia, con denuedo incluso. No se comprende entonces la vergüenza que impide a algunos hacer gala de la gracia de su fe ante un mundo hostil. Ahí, en la adversidad es donde ha de desplegar la fe la pancarta de su contenido glorioso, a voz en grito, restallantes de divina luz los ojos.
Atento sólo a Cristo, que es la luz que sueñan sus ojos, la fe de Bartimeo es una fe sin miramientos. Una fe puntual, porque Jesús pasa de largo y hay que sorprenderlo a tiempo. Todo lo demás no cuenta o cuenta poco. Nada importa lo que digan los demás, que le quieren hacer callar. Cree en Jesús de irrefutable manera, necesita de él, y en él es donde hallarán sus ojos la luz que necesitan.
Una fe ardiente como la de Bartimeo puede hacerse palabra, y es la intensidad desaforada con que grita, lo que consigue que Jesús se detenga a oírle. El mar de palmeras de Jericó presenció el prodigio. En ese instante, son los demás los que ahora callan, porque está hablando Jesús.
Ojala que la fe de los cristianos se aproximara a la de Bartimeo en todo trance. Sabemos que tenemos que confesar a Cristo en toda circunstancia, con denuedo incluso. No se comprende entonces la vergüenza que impide a algunos hacer gala de la gracia de su fe ante un mundo hostil. Ahí, en la adversidad es donde ha de desplegar la fe la pancarta de su contenido glorioso, a voz en grito, restallantes de divina luz los ojos.
miércoles, 2 de marzo de 2011
La imposición de manos
La liturgia llama lenguaje pneumológico al constituido por gestos relativos al Espíritu Santo, como la imposición de manos, invocando su concurso, sobre las sagradas especies, antes de consagrarlas. La imposición de manos, además. forma parte feliz del lenguaje evangélico de Jesús. Es la manera más preclara de dejar consagrado su uso.
La preferencia de Jesús por los pobres corre parejas con la que distingue a los niños, en la ingenuidad de cuyos ojos se complace él en ver el brillo impoluto de la sencillez. El niño es un remedo del hombre primigenio que todavía no ha ofendido a Dios. Jesús los abraza cariñosamente y los bendice, como bendice el pan, como bendice a Pedro que le confiesa Hijo de Dios. Los bendice exactamente imponiendo sus manos sobre ellos.
La imposición de manos es un gesto que apela a aquel otro del dedo de Dios a que alude también Jesús. Con él pone Jesús protectoramente a la sombra del Espíritu divino a esos niños que su palabra ejemplifica y llena de significado. Y al fin, en ellos, como en los pobres, el desvalimiento es también palmario.
Los que dejamos de ser niños hace décadas, lo comprendemos perfectamente, por más que se diga que todos llevamos un niño dentro, muy empequeñecido ya.
La preferencia de Jesús por los pobres corre parejas con la que distingue a los niños, en la ingenuidad de cuyos ojos se complace él en ver el brillo impoluto de la sencillez. El niño es un remedo del hombre primigenio que todavía no ha ofendido a Dios. Jesús los abraza cariñosamente y los bendice, como bendice el pan, como bendice a Pedro que le confiesa Hijo de Dios. Los bendice exactamente imponiendo sus manos sobre ellos.
La imposición de manos es un gesto que apela a aquel otro del dedo de Dios a que alude también Jesús. Con él pone Jesús protectoramente a la sombra del Espíritu divino a esos niños que su palabra ejemplifica y llena de significado. Y al fin, en ellos, como en los pobres, el desvalimiento es también palmario.
Los que dejamos de ser niños hace décadas, lo comprendemos perfectamente, por más que se diga que todos llevamos un niño dentro, muy empequeñecido ya.
martes, 1 de marzo de 2011
El cordón franciscano
San Francisco de Asís, al disponer cómo han de vestir sus frailes, dice que han de ceñirse la túnica con un cordón, a diferencia del ermitaño que, como él mismo hizo en tiempos, se ciñe con un cinturón de cuero. El humilde cordón franciscano, al que la tradición añade tres nudos significativos de los tres votos, pobreza, obediencia y castidad, acabó por convertirse en el distintivo más representativo de la sencillez franciscana. De hecho, se llamó cordíjeros a los novicios que accedían a la Tercera Orden. El cordón es la prenda común a las tres ordenes franciscanas, fuere cual fuere el hábito distintivo.
El cordón resume, como signo, la esencia prieta del carisma evangélico que profesa los seguidores de Francisco. Con su efigie han signado los franciscanos, como con un sello de su estilo de vida, sellos, escritos y monumentos. No por nada, el cordón rodea la fachada en piedra de la universidad cisneriana de Alcalá. Hubo una época en que ese cordón rodeaba la tierra, cuando se decía: O por fraile o por hermano, todo el muno es franciscano.
A José María Pemán, el hábito franciscano, en general, por su simplicidad, se le antojaba el más elegante de las vestimentas conocidas. A nosotros, al menos, el más querido.
El cordón resume, como signo, la esencia prieta del carisma evangélico que profesa los seguidores de Francisco. Con su efigie han signado los franciscanos, como con un sello de su estilo de vida, sellos, escritos y monumentos. No por nada, el cordón rodea la fachada en piedra de la universidad cisneriana de Alcalá. Hubo una época en que ese cordón rodeaba la tierra, cuando se decía: O por fraile o por hermano, todo el muno es franciscano.
A José María Pemán, el hábito franciscano, en general, por su simplicidad, se le antojaba el más elegante de las vestimentas conocidas. A nosotros, al menos, el más querido.
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