La promesa es un concepto histórico que configura el talante gozosamente esperanzado del que abre camino hacia la satisfacción de su cumplimiento. Y además de ser compañera de la historia, da sentido y firmeza a esa trayectoria, ya que lleva impresa una finalidad trascendente. Es lo más parecido a un ideal que precede e ilumina el presente como una estrella desde la posibilidad de ser hecho realidad un día venturoso.
El pueblo de Israel es el pueblo de la promesa; nosotros, además de ser madera de ese tronco bendecido por Dios, gozamos de las que Jesús puso en la frente de nuestro camino que es él. Una promesa que más que comprometerle con el hombre, compromete la fidelidad del hombre con él.
Alfombremos el camino que encauza nuestros pasos hacia quien está ansioso de llevar a cabo sus promesas.
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