lunes, 28 de marzo de 2011

Tumulto en Nazaret

Podemos decir que, a nivel local, Jesús fue desterrado por los suyos, desterrado de su propio pueblo y de su propia familia. Todo lo que Jesús les ha dicho es que, faltos de fe en su persona, corren el riesgo de que el don de su palabra y de su gracia lleguen a trasvasarse a otras personas consideradas habitualmente extrañas, como saben ellos y él les recuerda que sucedió con Naamán el Sirio o la viuda de Sarepta.
Ni qué decir tiene que siguen sin creer en él, y airados, tratan de despeñarlo por unos ribazos abruptos. Les habita la cólera, que es el veneno del corazón, y se dejan llevar por el satanismo del crimen colectivo, donde la responsabilidad, difusa, queda desdibujada y la conciencia, ofuscada, no se deja inculpar. Son los velados subterfugios en que se embosca  la hipocresía.
¿Y qué hace Jesús, zarandeado por un cerco de manos crispadas dispuestas a todo? Se escabulle y se va, se va para siempre. Han eliminado un estorbo, a alguien que les incrimina. Tristemente, no saben que son ellos los que quedan desamparados de la mano de Dios.

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