La hemorroisa es caso aparte. La permanente impureza que comporta el hilo sangrante de su dolencia, cuyas inútiles curas la han empobrecido, le impide tomar parte en el culto y ejercer el matrimonio. Jesús ha sido su último y acertado recurso. Pero tendrá que cambiar su concepto mágico de la divinidad por la creencia en la mano verdadera de Dios, en ese mar naufragado que es el doliente itinerario de Cristo por entre los hombres hacia la salvación.
A la hija del Jairo, es la fe del padre la que mueve el corazón tierno de Jesús, que tiene debilidad por los que alimentan su confianza en él con las astillas de sus penas y desvalimientos. El dolor es la pobreza radical del hombre, sombra de la cruz que un día ocupará Cristo, rompeolas de todos los sufrimientos del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario