Rezar bien no es parlotear locuaz y desatinadamente, como cotorra que chacharrea sin sentido ni objeto. La sinceridad en el rezo implica comedimiento y una correcta disposición a ser oído, ajustando las palabras a lo que se quiere decir, dejando hablar a los labios no tanto como al corazón.
El Padrenuestro es un pequeño mosaico de breves deseos, modelo de concisión y sentido, que lo dice todo. La Iglesia, a su vez, en sus oraciones, sigue un esquema muy simple que comprende invocación, una motivación que impulsa y dispone a orar y la expresión de lo que se desea, poniendo a Jesús como intermediario ante el Padre.
Recemos breve y naturalmente meditando lo que decimos y la razón amorosa en que nos apoyamos para decirlo. A Dios se le habla con franqueza y sencillez; no se le abruma. Lo dice Jesús.
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